Reflexiones Bíblicas Dominicales

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Introducción a las lecturas

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Éxodo 34, 4-6, 8-9 2 Corintios 13, 11-13 Juan 3, 16-18


ÉXODO. Moisés sube con unas tablas que ha tallado previamente; sobre ellas Dios escribirá su Ley. 

Tras la invocación del nombre divino, el Señor se hace presente. Moisés lo ve pasar delante de él y exclama esa bella frase que es el centro de nuestro texto: "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad".

La alabanza mosaica muestra lo más profundo del ser de Dios: su misericordia y su lealtad. Él está con su pueblo en todo momento, salvando, perdonando, ayudando, sosteniéndolo en las dificultades... Incluso, cuando se tenía la creencia de una venganza divina sobre los descendientes, ésta se limitaba hasta la cuarta generación; en cambio, su misericordia es "por mil generaciones".

Lo que mejor define a Dios es la búsqueda del pecador, su regeneración. La lealtad divina está encaminada a la salvación. Su ley, expresada en las tablas que recibe Moisés, apunta a ello. De ahí el ruego que, postrado, Moisés hace a Dios: aunque el pueblo sea de dura cerviz, rebelde e indómito, "perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya".

No son los méritos del pueblo los que justifican la misericordia y la lealtad para con él, sino la propia bondad de Dios, sus entrañas misericordiosas. Dios es como es, y en virtud de su esencia más profunda el creyente espera de Él su perdón y su acogida. Para el creyente de verdad, como lo era Moisés, nada más exigente que este desbordante amor divino.


EVANGELIO. Nicodemo pertenece al grupo religioso de los fariseos. Las palabras que hoy entran en la liturgia están dirigidas a Nicodemo y, en él, a los judíos y a nosotros: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna"

"Mundo" puede significar: el cosmos, el mundo hostil a Jesús y los hombres. Ahora se refiere al mundo de los hombres, a quienes Dios ama y en un grado tan elevado que, para que no se pierda ninguno de ellos, sino que todos se salven o alcancen la vida eterna, nos ha entregado a su Hijo único. Otro texto del NT (1 Jn 4,9-10) pondera la grandeza de ese amor: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados". La revelación del amor infinito y eterno de Dios al hombre es medular en el cristianismo; al hombre se le pide que crea en él. Cristo Jesús no será el fiscal que nos acuse. Después de morir, ahora, resucitado y a la derecha del Padre, se ha convertido en nuestro abogado defensor.

La fe en el amor de Dios nos libra de la condenación: "el que cree en él, no será condenado". Si esa fe es auténtica, deberá traducirse en amor a Dios y al prójimo. Y si hay amor, habrá obediencia a la voluntad de Dios: "En esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos".