Reflexiones Bíblicas

Triduo Pascual, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR
13 DE ABRIL DE 2006
 
DÍA DEL AMOR FRATERNO
"HACED VOSOTROS LO MISMO"
 
TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
Ex 12,1-8.11-14. Prescripciones sobre la cena pascual.
Sal 115,12-18. "El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo".
1Co 11,23-26. "Cada vez que coméis y bebéis proclamáis la muerte del Señor".
Jn 13,1-15. "Los amó hasta el extremo".

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Jesús realiza con gusto y convicción una actividad reservada para los sirvientes: toma los pies encallecidos de sus discípulos y los lava y limpia uno a uno. Los callos de la incertidumbre que se formaron camino a Jerusalén son objeto de su caricia. La mano que sirve, la mano que acaricia, es la misma mano que esta dispuesta a dejarse traspasar por la injusticia para reclamar justicia. Jesús no comienza su testimonio extendiendo sus brazos en la cruz. Sus brazos y sus manos ya han anticipado la autenticidad de su testimonio. Su mano ya se ha extendido hacia el enfermo para rescatarlo de la postración; su mano ha auxiliado al indigente y lo ha ayudado a reencontrar su dignidad; su mano ha rescatado de la muerte y ha otorgado nuevamente la vida.

Pero el servicio, la ayuda desinteresada y la generosidad no son una respuesta fácil y evidente. Requieren un camino largo y decidido, forjado a partir de los gestos cotidianos.

A veces pensamos que es fácil dejarse ayudar por los otros, pero la realidad es diferente. La mayoría de nosotros no aceptamos que los demás nos sirvan, especialmente si pensamos que las personas que consideramos más importantes para nosotros se ponen a nuestro servicio. Esto parece contradictorio, pero así es la realidad humana. Lo mismo sucede con el perdón y la reconciliación. Estamos dispuestos, no sin esfuerzo, a perdonar a los que nos han ofendido. Este gesto nos parece lo máximo; sin embargo, no estamos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos nuestros errores y mucho menos somos capaces de aceptar el perdón de Dios.

Esta es la historia de Pedro, uno de los apóstoles que queriendo hacer más, hizo menos. Estaba dispuesto a entregar su vida por Jesús y por el evangelio, sin embargo, no comprendía las intenciones de Jesús y no aceptaba su mensaje.

Para Pedro, el Maestro era el jefe y el discípulo un simple subalterno. Jesús, como siempre, los sorprende con una terrible novedad: el Maestro es el servidor de todos y el discípulo es digno de las mayores atenciones. La única manera de reinar es el servicio. De otro modo, el cristianismo lo único que hace es multiplicar al infinito la eterna desigualdad de cualquier institución. Lavarle los pies al compañero de jornada significa compartir sus dificultades, comprender sus limitaciones, aceptar su oferta. Lavar los pies a los amigos implica un contacto inmediato con una parte del cuerpo que está sumergida en el barro de la existencia cotidiana, en las sandalias que los acompañan al trabajo, en los callos y asperezas de la vida ordinaria. Este gesto tan singular y sorprendente no es fácil de entender ni es fácil de aceptar.

Lavar los pies significa inclinarse delante del otro, aceptar que el servicio es la única entrega. Los discípulos se habían preparado para predicar, para enseñar, para expulsar demonios; labores arduas y complicadas que exigían mucha preparación y dedicación. Sin embargo, no estaban preparados para asumir una tarea humilde, la misma que realizan los empleados de las casas más pudientes, porque esta tarea implicaba postrarse, entrar en contacto con la tierra, el barro y la suciedad. Sobre todo, los discípulos no estaban dispuestos a dejarse servir y ayudar de los otros, especialmente en los oficios humildes. Los discípulos deberán pasar por muchas dificultades y peripecias antes de comprender lo que significa prestar un servicio generoso y desinteresado sin hacer alarde de humildad, y de dejarse servir por los demás sin menospreciar el servicio ajeno.

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VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
14 DE ABRIL DE 2006
"MIRAD AL ÁRBOL DE LA CRUZ"
 
TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
Is 52,13-53,12: Fue traspasado por nuestras rebeliones
Salmo: 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
Heb 4,14-16; 5,7-9: Obedeció y se convirtió en causa de salvación
Jn 18,1-19,42: Lectura completa de la Pasión de Cristo.

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Cada comunidad cristiana conservó un recuerdo particular de Jesús. La comunidad del apóstol Juan mantuvo por más de medio siglo unas palabras de Jesús en la cruz que no aparecen en ningún otro evangelio. Jesús encomienda su madre al discípulo amado. Todas las demás realidades que lo acompañaron durante su actividad misionera habían desaparecido: el grupo de amigos, la comunidad de discípulos, al multitud que lo aclamó a la entrada de Jerusalén... Incluso sus vestidos quedaron en manos de los soldados. Pero, a pesar de haber sido despojado, Jesús todavía tiene algo que dar: entrega a su propia madre para que sea acogida en la casa del discípulo amado y, a la vez, entrega al discípulo amado como un hijo

El discípulo amado es el símbolo de la comunidad cristiana que continuó fiel a Jesús, a pesar del paso del tiempo y no obstante las inclementes persecuciones de que fue objeto. La comunidad cristiana acoge a María como una Madre como parte de la iniciativa de Jesús que quiso dejar una herencia imperecedera y, a la vez, encomienda a los cuidados de la Madre a la frágil y fiel comunidad. Esta mutua entrega es el punto culminante de una actividad misionera que comenzó en Caná de Galilea cuando María le indicó a su Hijo que el vino de la fiesta se había terminado (Jn 2,1-12); luego Jesús mismo se convirtió en el vino nuevo y en el pan de vida (Jn 6,35). De este modo, confluyen en la cruz diversas realidades que permiten comprender la profundidad con la que algunos discípulos entendieron y proclamaron la vida de Jesús.

La cruz, sin embargo, no debe entenderse únicamente como el escenario de la muerte de Jesús. La crucifixión era la máxima pena que imponía el imperio. La cruz era un castigo tan denigrante que no se podía aplicar a quienes fueran ciudadanos romanos. Solamente eran crucificados los enemigos del imperio, los presos políticos y los rebeldes capturados en guerra. Jesús muere al estilo de los sediciosos y revoltosos. Tener algún parentesco, familiaridad o amistad con un condenado a la cruz era causa de rechazo social. El testimonio de Jesús les hizo comprender a los discípulos que el camino de la cruz no era de oprobio y maldición, sino una manera radical de optar por la justicia y la paz. La cruz obligó a los discípulos a cambiar de mentalidad y a ponerse de lado de todos los que así morían. Ellos proponían como salvador de la Humanidad a un hombre que murió proscrito por la ley. Al fin y al cabo, ellos anunciaban al "Dios crucificado".

La presencia de María durante toda la vida de Jesús no es accidental. María participó de la misma suerte de su hijo. El camino al Calvario exigió de ella y de todo el grupo de mujeres que seguían al Nazareno, la máxima resistencia ante el dolor y la humillación. La presencia de María en el camino al calvario no es un hecho accidental. Es consecuencia de un seguimiento valiente y decidido.

María no se contentó con ver cómo su hijo crecía y alcanzaba la madurez. Ella se hizo partícipe de la actividad misionera de su hijo. Aunque tuvo que pasar por duras dificultades debido a las acusaciones de locura, glotonería y borrachera que los enemigos lanzaron contra Jesús (Lc 3, 20-30). Además de la fuerte exigencia de Jesús que ponía el evangelio por encima de los vínculos de parentesco (Lc 3, 31-35). Estas dificultades no menguaron su ánimo. Por eso, la vemos ascender con Jesús al Calvario. Luego, formando parte de la comunidad que recibe el Espíritu Santo en Pentecostés.

De María de Nazaret no sólo debemos tener una figura idealizada; debemos recuperar la imagen que de ella nos ofrece el evangelio.

El Nuevo Testamento nos muestra a María como una mujer que crece en amor y fidelidad al reino de Dios. Su palabra no es un monólogo sobre los asuntos domésticos. Por el contrario, su voz se alza como una exigencia de justicia en medio de una situación en la que se ha perdido el sentido del respeto a la vida. Por eso, ella en el Magníficat nos recuerda que Dios está del lado de los humildes y débiles. Dios quiere que toda la humanidad sea libre y crezca en solidaridad. Hoy, María nos invita a comprometernos decididamente con la propuesta de Dios. Ella no dudó en dar una respuesta generosa a la oferta de Dios.

Las realidades cotidianas nos exigen una actitud diferente ante la realidad. No podemos dejarnos envolver únicamente por problemas ínfimos olvidando la situación de nuestra comunidad barrial. Al igual que María debemos estar atentos a la voz que Dios nos dirige en las situaciones que exigen nuestra solidaridad. Nuestra devoción mariana debe crecer en la práctica de la justicia.

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VIGILIA PASCUAL
15 DE ABRIL DE 2006
EL CRUCIFICADO HA RESUCITADO
 
TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
Primera lectura: Génesis 1, 1-31; 2, 1-2:Vio Dios todo lo que había hecho. Y era muy bueno
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra
Segunda lectura: Génesis 22, 1-18: Sacrificio de Abraham
Tercera lectura: Éxodo 14,15 - 15,1: Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto
Cuarta lectura: Isaías 54, 5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor
Quinta lectura: Isaías 55, 1-11: Sellaré una alianza perpetua
Sexta lectura: Baruc 3, 9-15.32 – 4,4: Camina a la claridad del resplandor del Señor
Séptima lectura: Ezequiel 36, 16-28: Os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo
Epístola: Romanos 6, 3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más
Evangelio: Lucas 24, 1-12: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
 
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Durante toda la semana nos hemos venido preparando de una manera especial para la celebración de la Pascua del Señor en esta noche pascual.

La ceremonia en que hemos participado por medio de los símbolos del fuego, la luz y el agua, nos introduce en el significado que para el cristiano tiene en su vida la Resurrección de Jesús. El fuego nuevo invade la tierra para que se purifique y renazca la nueva creación, de la misma manera que en el agua bautismal todos renacemos para el Señor, la luz que ilumina nuestras tinieblas y nos permite ver mejor los caminos que él ha trazado para nosotros.

Las lecturas que hemos escuchado nos han introducido dentro de la historia de salvación para que la asumamos como nuestra propia historia. Las acciones salvíficas del Dios del Antiguo Testamento llegan a su plenitud con la presencia de Jesús de Nazaret entre los hombres, pero los hombres no lo recibieron y debió padecer la muerte de cruz. Y lo que a los ojos humanos pudo parecer un completo fracaso, se convierte en la victoria definitiva porque la muerte de Jesús por amor a Dios y a los seres humanos, es el principio de la vida nueva. Con su muerte nos liberó del pecado y de la muerte, y nos trajo la salvación.

Pero el Padre no abandonó a su Hijo en la muerte sino que lo resucitó a la nueva vida y lo recibió en su gloria. El anuncio que reciben las mujeres al ver la tumba vacía de que el Crucificado ha sido resucitado por Dios es el mismo que recibimos los cristianos de todos los tiempos. Jesús oculto a los ojos de los hombres, vive gloriosamente con Dios su Padre, y está cerca de quienes creemos en él.

El proyecto que tenían las mujeres de embalsamar a Jesús, ha sido desbordado por el acontecimiento. Han pensado en todo, menos en lo que ha ocurrido. Se han quedado paradas en la hora de la muerte de Jesús; pero él ha resucitado. Ya no tienen que hacer allí y como aún no tienen fe no comprenden la acción de Dios y se han asustado. Pero el mensaje de los hombres vestidos de blanco les orienta en otra dirección: no es posible buscar a Jesús entre los muertos porque está vivo. La presencia de las mujeres en el Calvario y durante la sepultura pone de relieve la ausencia de los discípulos. Estos han huido ante el peligro, mientras que las mujeres estaban allí.

Pero ante todo, el misterio Pascual de Cristo nos invita a hacer realidad la vida nueva que Jesús de Nazaret nos propuso con su propia vida, para que todos los hombres pasemos de la esclavitud a la libertad, del temor a la seguridad, de las tinieblas a la luz, con la seguridad de que quien venció definitivamente la muerte, nos acompaña en el trabajo por hacer cada día un mundo más humano, un mundo mejor.