Reflexiones Bíblicas

San Marcos 2,18-22

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.



Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!". 

Comentarios de Marcel Batin

Cuando Dios se enamora de su pueblo, es tiempo de alegría y de danza, no de luto ni ayuno. Mientras el Novio permanezca con sus amigos, éstos no pueden ayunar. Pues bien, Jesús interpreta su presencia como un tiempo de salvación en el que se cumple la promesa hecha por Dios. La venida de Jesús inaugura las nupcias de Dios con su pueblo. ¿Cómo se podría seguir ayunando cuando él aporta tanta novedad?
Cuando los profetas hablan de novedades venideras, están señalando la nueva creación, el orden nuevo que Dios establecerá al fin de los tiempos. Jeremías afirmaba que Dios quería establecer una alianza nueva con su pueblo; ese día escribiría su ley en lo profundo de los corazones. Más tarde, Ezequiel especificará que Dios sustituirá el corazón de piedra por un corazón de carne, un corazón nuevo, e Isaías había anunciado ya la creación de una tierra nueva y unos cielos nuevos.
Aquí está el Novio, la boda será en seguida. La novedad, la salvación y la bendición de Dios empiezan con su misión. Si se podía ayunar para pedir el Día del Señor, ¿por qué no entrar en la fiesta cuando ya está el Novio? Pero no hay que contentarse con medias tintas. ¿Acaso se remienda un manto viejo con una pieza de tejido a la que aún no se le ha quitado el apresto, con lo cual encogerá si se moja? No se hace eso, porque junto al antiguo desgarrón se produciría uno nuevo. Por otra parte, no se trata ya de ponerse unos vestidos remendados, sino de vestirse el traje de boda que Dios nos proporciona. ¿Acaso se pone el vino nuevo en odres viejos? El vino, en plena fermentación, los reventaría. ¡A anuncio nuevo, corazón nuevo!
Es tiempo de deshacerse de las flores que se nos marchitan en las manos. Ahí está el Novio, la boda ha empezado y el tiempo de la salvación no puede tardar ya.
Dejaos arrastrar, entregaos sin reticencias a la ternura de Dios. Dejaos agarrar. Tratándose del matrimonio, lo sabéis bien, no entregarse ya es ser infiel. Saúl había querido asegurar su porvenir, en lugar de entregarse al riesgo de la alianza: ya la había quebrantado. Dios no hace con nosotros un matrimonio a prueba. El nos ha dado todo cuanto es y tiene, incluido su Hijo único. Pide un corazón que se le entregue. Ahí está el Novio, que llama. ¿Os decidiréis a pasar a la cámara nupcial en la que Dios os conservará para siempre? ¿0 preferís unas habitaciones de paso y vuestros amores de cuatro perras?