Reflexiones Bíblicas

San Marcos 4,26-34

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.



Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo. 

Comentario del Evangelio por San Vicente de Paúl (l581-l660)

Para hablar según el Espíritu de Jesucristo, reconociendo que vuestra doctrina no viene de vos sino del evangelio, imitad la simplicidad de las palabras y las comparaciones que emplea Nuestro Señor cuando habla al pueblo. ¡Qué maravillas podía enseñar él! ¡Qué secretos hubiera podido descubrir! El era la sabiduría eterna del Padre. No obstante, veis cómo Jesús habla de manera inteligible, cómo se sirve de comparaciones familiares: de un labrador, de un propietario de viñedos, de un campo, de una viña, de una red, de un grano de mostaza. Así debéis hablar si queréis que os comprenda la gente a la que anunciáis la palabra de Dios.

Otra cosa, digna de una particular atención, es vuestra dependencia del comportamiento del Hijo de Dios... Cuando tenéis que actuar, haced esta reflexión: “¿Es esto conforme a la manera de actuar del Hijo de Dios?” Si os parece que sí, entonces decid: “Bien, hagamos esto así!” Si al contrario os parece que no, decid: “¡Lo dejaré estar!” Además, cuando sea el momento de actuar, decid al Hijo de Dios: “Señor, si tú estuvieras en mi sitio ¿qué harías, cómo instruirías tú a esta gente, cómo ayudarías a este enfermo del espíritu o del cuerpo?”... Procuremos que Cristo reine en nosotros.