Reflexiones Bíblicas

San Marcos 9,30-37

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.

 

 

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado". 

Comentario del Evangelio por Santa Teresa del Niño Jesús

“El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser le primero, sea vuestro esclavo.” (Mt 20,26ss)

Jesús ¡con qué humildad, oh divino Rey de la gloria, os sometéis a vuestros sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que os aman y los que son, por desgracia, fríos y tibios en vuestro servicio! Ya peden adelantar o retrasar la hora del santo sacrificio, estáis siempre pronto a descender del cielo a su llamada!...¡Oh, Amado mío, qué dulce y humilde de corazón me parecéis bajo el velo de la blanca Hostia! NO podéis abajaros más para enseñarme la humildad. Por eso quiero, para responder a vuestro amor, desear que las hermanas me pongan e el último lugar, participar de vuestras humillaciones, a fin de “tener parte con vos” (Jn 13,8) en el reino de los cielos.

Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también orgullo. Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo podéis, dignaos hacer nacer en mi alma la virtud que deseo. Para obener esta gracia de vuesra infinita misericordia, os repetiré muchas veces: “Jesús manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al vuestro.” (cf Mt 11,29)