Reflexiones Bíblicas

San Marcos 6,34-44

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.

 

 

Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.» El les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.» Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces. Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres. 



Siempre habrá en el amor algo de irracional, y nadie lo podrá programar. Es una manera de ser opuesta a la fría razón, que compatibiliza y fija los mínimos lógicos o los compromisos soportables. El amor brota del corazón; es desbordante; empieza en el preciso momento en que la razón desearía poner punto final. Dios es Amor, fuente siempre rebosante... Como cristianos que somos, «creemos en el amor». Nuestra fe no es otra cosa.

«El que ama conoce a Dios»... Experimenta a Dios en sí, y esa experiencia no tiene fin, pues «nunca se ama demasiado!». A los ojos de nuestra fe, el conocimiento de Dios está más allá de la razón, al nivel del corazón, en el éxtasis de la caridad. Ahí es donde conocemos a ese Dios que es vida infinita y no soledad cerrada.

La multiplicación de los panes en el desierto es el signo y el sacramento de ello. El pan es repartido hasta el infinito, porque es el pan del amor, el pan de aquella compasión de Cristo hacia la multitud abandonada, a la que Él ama mucho más de lo que recomendaría la razón; Él no quiere despedir a aquella gente, sino ser para ellos el buen pastor que da su vida. ¡En Jesucristo hemos reconocido el amor que Dios nos tiene!