Reflexiones Bíblicas

San Marcos 9,30-37

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara, S.J.

 

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará." Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. 

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutíais por el camino?" Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos." Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado." 

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Encontramos dos partes bien definidas en este evangelio. En la primera Jesús sigue su camino por Galilea (v. 30-32). Llama la atención que desee pasar inadvertido, cuando su presencia atrae a las multitudes. Su interés está centrado en los discípulos, a quienes insiste de nuevo en el carácter conflictivo y las consecuencias de su fidelidad. El Hijo del Hombre será entregado. Jesús no se resistirá al camino que le llevará a la muerte. Como en otras oportunidades, los discípulos no entienden, no han logrado salir de sus lógicas para comprender la lógica del evangelio. Esto se ve claramente en la segunda parte (v. 33-37).

Ya en Cafarnaum Jesús les pregunta qué venían discutiendo. Ellos callan. Mientras Jesús venía anunciado su pasión, ellos venían compitiendo por ser el mayor. Jesús se sirve de esta situación para profundizar en su enseñanza: la lógica del evangelio es contraria al mundo, y paradójica, pues exige la libertad de ponerse al final, el último, en el lugar del esclavo que sirve. Sin esta actitud consciente de renuncia y abajamiento no se puede pretender tener un puesto entre los amigos de Jesús.

Esta actitud de abajamiento exige la acogida incondicional a los pequeños, a los excluidos, a los tenidos como menores. El gesto de abrazar al niño refleja la radicalidad de Jesús en su opción por los pequeños, pues en ellos está el mismo y el padre. No hay otro camino que ponerse como el que sirve a los pies de los que están abajo. Dejar el lugar en el que nos sentimos buenos o importantes, desde donde muchas veces ayudamos sin acercarnos realmente a la realidad del otro y sin hacernos realmente servidores de los demás. La opción por el pequeño va más allá de la lástima o la caridad, implica un compromiso real de mi vida con él y con la transformación de sus condiciones de vida.