Solemnidad de San José

Mt 1,16.18-21.24: San José, Padre de Jesús

Autor: SS. Juan Pablo II

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse



Lecturas del dia:

(2 Sm 7,4-5.12-14.16) "Yo estableceré para siempre el trono de su reino"
(Rm 4,13.16-18.22) "Yo te he constituido padre de muchas gentes"
(Mt 1,16.18-21.24) "Él salvará a su pueblo de sus pecados" 

Homilía en la plaza de Juan Pablo II en Térmoli (19-III-1983)

---S. José, Padre de Jesús

---Relación padres e hijos

---Intercesión de S. José

---S. José, Padre de Jesús

“Cantaré eternamente las misericordias del Señor” (Sal 88,1).

Hoy la Iglesia celebra a San José, el “hombre justo” que, en la humildad del taller de Nazaret, proveyó con el trabajo de las propias manos al sustentamiento de la Sagrada Familia.

San José está ante vosotros como hombre de fe y de oración. La liturgia le aplica la Palabra de Dios en el Salmo 88: “Él me invocará: Tú eres mi padre,/ mi Dios, mi roca salvadora” (v.27). Ciertamente, ¡cuántas veces, durante las largas jornadas de trabajo, José habrá elevado su pensamiento a Dios para invocarlo, para ofrecerle su fatiga, para implorar luz, ayuda, consuelo! ¡Cuántas veces! Pues bien, este hombre, que con toda su vida parecía gritar a Dios: “Tú eres mi padre”, obtuvo esta gracia particularísima: el Hijo de Dios en la tierra lo trató como padre. José invoca a Dios con todo el ardor de su espíritu de creyente: “Padre mío”, y Jesús, que trabajaba a su lado con las herramientas del carpintero, se dirigía a él, llamándole “padre”.

Misterio profundo: Cristo que, en cuanto Dios, tenía directamente la experiencia de la Paternidad divina en el seno de la Santísima Trinidad, vivió esta experiencia, en cuanto hombre, a través de la persona de José, su padre putativo. Y José, a su vez, en la casa de Nazaret, ofreció al niño que crecía a su lado el apoyo de su equilibrio viril, de su clarividencia, de su valentía, de las dotes propias de todo buen padre, sacándolas de esa fuente suprema “de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef 3,15).

---Relación padres e hijos

Alguien ha dicho que hoy estamos viviendo la crisis de una “sociedad sin padres”.

Queridos padres: en Dios, fuente de toda paternidad, en su modo de actuar con los hombres, como nos revela la Sagrada Escritura, podéis encontrar el modelo de una paternidad capaz de incidir positivamente en el proceso educativo de vuestros hijos, no sofocando, por una parte, su espontaneidad, ni abandonando, por otra, su personalidad aún inmadura, a las experiencias traumatizantes de la inseguridad y de la sociedad.

José y su Esposa castísima, la Virgen María, no abdicaron de la autoridad que les competía como padres. El Evangelio dice significativamente de Jesús: “...estaba bajo su autoridad” (Lc 2,51). Era una sumisión “constructiva” aquella de la que fueron testigos las paredes de la casa de Nazaret, ya que dice el Evangelio que, gracias a ella, el Niño “iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (ib.,52).

En este crecimiento humano José guiaba y sostenía al Niño Jesús, introduciéndolo en el conocimiento de las costumbres religiosas y sociales del pueblo judío, y encaminándolo en la práctica del oficio de carpintero, del que durante tantos años de ejercicio, él había asimilado todos los secretos. San José enseñó a Jesús el trabajo humano, en el que era experto. El divino Niño trabajaba junto a él, y escuchándolo y observándolo aprendía a manejar los instrumentos propios del carpintero con la diligencia y la dedicación que el ejemplo del padre putativo le transmitía.

En el trabajo hay un específico valor moral con un significado preciso para el hombre y para su realización. En la Encíclica Laborem exercens, he hecho notar precisamente que “mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en cierto sentido se hace más hombre" (n.9).

---Intercesión de S. José

“Te hago padre de muchos pueblos” (Rm 4,17), se proclama en la primera lectura. Las palabras que Dios dirige a Abraham, ya anciano y todavía sin descendencia, la liturgia se las aplica hoy a San José, el cual no tuvo en absoluto descendencia carnal; Después de haber sido un instrumento particular de la Providencia divina para con Jesús y María, sobre todo durante la persecución de Herodes, San José continúa desempeñando su providencial y “paterna” misión en la vida de la Iglesia y de todos los hombres.

“Padre de muchos pueblos”: la devoción con que los cristianos de todas las partes del mundo, animados en esto por la liturgia, se dirige a San José para confiarle las propias penas y para implorar su protección, confirma el hecho singular de esta paternidad sin límites.

“El me invocará: Tú eres mi padre”. Como San José, invocad también vosotros con una oración asidua y fervorosa al Padre celestial y también vosotros experimentaréis, como él, la verdad de las siguientes palabras del Señor: “Le mantendré eternamente mi favor/ y mi alianza con él será estable” (Sal 88,29).

                   Con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II