Vigilia Pascual

Mt. 28,1-10: La muerte y la vida de la Gracia

Autor: SS. Juan Pablo II

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

Homilía en la Vigilia Pascual (18-IV-1981)

---La muerte y la vida de la Gracia

---Bautismo

---La muerte y la vida de la Gracia

“¿Buscáis a Jesús crucificado?” (Mt 28,5).

Es la pregunta que oirán las mujeres cuando, “al alborear el primer día de la semana” (ib 28,1), lleguen al sepulcro.

¡Crucificado!

Antes del sábado fue condenado a muerte y expiró en la cruz clamando: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46).

Colocaron, pues, a Jesús en un sepulcro, en el que nadie había sido enterrado todavía, en un sepulcro prestado por un amigo, y se alejaron. Se alejaron todos, con prisa, para cumplir la norma de la ley religiosa. Efectivamente, debían comenzar la fiesta, la Pascua de los judíos, el recuerdo del éxodo de la esclavitud de Egipto: la noche antes del sábado.

Luego, pasó el sábado pascual y comenzó la segunda noche.

¿Por qué habéis venido ahora?

¿Buscáis a Jesús el crucificado?

Sí. Buscamos a Jesús crucificado. Lo buscamos esta noche después del sábado, que precedió a la llegada de las mujeres al sepulcro, cuando ellas con gran estupor vieron y oyeron: “No está aquí...” (Mt 28,6).

Escuchamos las lecturas sagradas que comparan esta noche única con el día de la Creación, y sobre todo con la noche del éxodo, durante la cual, la sangre del cordero salvó a los hijos primogénitos de Israel de la muerte y los hizo salir de la esclavitud de Egipto. Y, luego, en el momento en el que se renovaba la amenaza, el Señor los condujo por medio del mar a pie enjuto.

Velamos, pues, en esta noche única junto a la tumba sellada de Jesús de Nazaret, conscientes de que todo lo que ha sido anunciado por la Palabra de Dios en el curso de las generaciones se cumplirá esta noche, y que la obra de la redención del hombre llegará esta noche a su cenit.

Velamos, pues, y aún cuando la noche es profunda y el sepulcro está sellado, confesamos que ya se ha encendido en ella la luz y avanza a través de las tinieblas de la noche y de la oscuridad de la muerte. Es la luz de Cristo: Lumen Christi.

---Bautismo

Hemos venido para sumergirnos en su muerte.

Proclamamos la alabanza del agua bautismal, a la cual, por obra de la muerte de Cristo, descendió la potencia del Espíritu Santo: la potencia de la vida nueva que salta hasta la eternidad, hasta la vida eterna (Jn 4,14).

“Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Él, para que...no seamos más esclavos del pecado...” (Rm 6,6), porque nosotros nos consideramos “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Ib. 6,11); efectivamente: “Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios” (ib. 6,10); porque: “Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (ib. 6,4); Porque “si nuestra existencia está unida a Él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante” (ib. 6,5); porque creemos que “si hemos muerto con Cristo..., también viviremos con Él” (ib. 6,8); y porque creemos que “sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él” (ib. 6,9).

Precisamente por eso estamos aquí.

Por eso velamos junto a su tumba.

Vela la Iglesia. Y vela el mundo.

La hora de la victoria de Cristo sobre la muerte es la hora más grande de la historia.

                   Con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II