II Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C.
San Juan 2, 1-12: Presencia de Cristo

Autor: SS. Juan Pablo II

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

((Is 62,1-5) "Porque el Señor puso en ti su complacencia"
(1 Cor 12,4-11) "Hay diversidad de gracias, pero uno mismo es el Espíritu"
(Jn 2,1-12) "Haced lo que Él os diga"

En la Parroquia de la Inmaculada y San Juan Berchmans (20-I-1980)

---Presencia de Cristo
---Eucaristía
---Matrimonio. Escuchar a la Virgen
---Presencia de Cristo

En el Evangelio de hoy leemos que el Señor Jesús fue invitado a participar en la boda que tenía lugar en Caná de Galilea. Esto sucede al comienzo mismo de la actividad magisterial, y el episodio se grabó en la memoria de los presentes, porque precisamente allí Jesús, reveló por vez primera la extraordinaria potencia que, desde entonces, debía acompañar siempre su enseñanza. Leemos: “Éste fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos” (Jn 2,11).

Aunque el acontecimiento tiene lugar al comienzo de la actividad de Jesús en Nazaret, ya están en torno a Él los discípulos (los futuros Apóstoles), al menos los que habían sido llamados primero.

Con Jesús está también en Caná de Galilea su Madre. Incluso parece que precisamente Ella había sido invitada principalmente. En efecto, leemos: “Hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda” (Jn 2,1-2). Se puede deducir, pues, que Jesús fue invitado con la Madre, y quizá en atención a Ella; en cambio los discípulos fueron invitados juntamente con Él.

Debemos concentrar nuestra atención sobre todo en esta invitación. Por vez primera Jesús es invitado entre los hombres, y acepta esta invitación, se queda con ellos, habla, participa en su alegría (las bodas son un momento gozoso), pero también en sus preocupaciones; y para remediar los inconvenientes, cuando faltó el vino para los invitados, realizó el “signo”: el primer milagro en Caná de Galilea. Muchas veces más será invitado Jesús por los hombres en el curso de su actividad magisterial, aceptará sus invitaciones, estará en relación con ellos, se sentará a la mesa, conversará.

---Eucaristía

Conviene insistir en esta línea de los acontecimientos: Jesucristo es invitado continuamente por cada uno de los hombres y por las diversas comunidades. Quizá no exista en el mundo una persona que haya tenido tantas invitaciones. Más aún, es necesario afirmar que Jesucristo acepta estas invitaciones, va con cada uno de los hombres, se queda en medio de las comunidades humanas. En el curso de su vida y de su actividad terrestre, Él debió someterse necesariamente a las condiciones de tiempo y lugar. En cambio, después de la Resurrección y de la Ascensión, y después de la institución de la Eucaristía y de la Iglesia, Jesucristo de un modo nuevo, esto es, sacramental y místico, puede ser huésped simultáneamente de todas las personas y de todas las comunidades, que lo invitan. En efecto, Él ha dicho: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14,23).

Jesús fue invitado a Caná de Galilea, para tomar parte en la boda y en la recepción nupcial. Aun cuando diversos acontecimientos están vinculados con el comienzo de la actividad pública de Jesús de Nazaret, podemos deducir justamente del texto evangélico que este episodio precisamente, de modo particular, determina el comienzo de su vida apostólica. Es importante notar que precisamente en las circunstancias de las bodas Jesús comienza su actividad. Las palabras de la primera lectura del libro del profeta Isaías comprueban esto con la particular tradición profética del Antiguo Testamento.

---Matrimonio. Escuchar a la Virgen

Pero incluso independientemente de esta tradición, el hecho mismo nos ofrece mucho para meditar. Jesucristo, al comienzo mismo de su misión mesiánica, toca, en cierto sentido, la vida humana en su punto fundamental, en el punto de partida. El matrimonio, aun cuando es tan antiguo como la humanidad, significa siempre, cada vez, un nuevo comienzo. Éste es sobre todo el comienzo de la nueva comunidad humana, de esa comunidad que se llama “familia”. La familia es la comunidad del amor y de la vida. Y por eso a ella ha confiado el creador el misterio de la vida humana. El matrimonio es el comienzo de la nueva comunidad del amor y de la vida, de la que depende el futuro del hombre sobre la tierra.

El Señor Jesús une el comienzo de su actividad a Caná de Galilea, para demostrar esta verdad. Su presencia en la recepción nupcial pone de relieve el significado fundamental del matrimonio y de la familia para la Iglesia y para la sociedad.

En Caná se reveló también María en la plena sencillez y verdad de su Maternidad. La Maternidad está siempre abierta al niño, abierta al hombre. Ella participa de sus preocupaciones aún las más ocultas. Asume estas preocupaciones y trata de ponerles remedio. Así ocurrió en la fiesta de las bodas de Caná. Cuando llegó “a faltar el vino” (Jn 2,3) el maestresala y los esposos se encontraron ciertamente en gran dificultad. Y entonces la Madre de Jesús dijo: “No tiene vino” (Jn 2,3). El desarrollo posterior del acontecimiento nos es bien conocido.

Al mismo tiempo María se revela en Caná de Galilea como Madre consciente de la misión de su Hijo, consciente de su potencia.

Precisamente esta conciencia la apremia a decir a los servidores: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5). Y los servidores siguieron las indicaciones de la Madre de Cristo.

¿Qué cosa os puedo desear sino que escuchéis siempre estas palabras de María, Madre de Cristo: Haced lo que Él os diga?

Y que las aceptéis con el corazón, porque han sido pronunciadas por el corazón. Por el corazón de la Madre. Y que las cumpláis: “A la santificación precisamente os llamó por medio de nuestra evangelización, para que alcanzaseis la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes 2,14).

Aceptad, pues, esta llamada con toda vuestra vida. Realizad las palabras de Jesucristo.