XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 16, 1-13: "El que es de fiar en lo poco también lo es en lo mucho"Autor: SS. Juan Pablo II
Fuente: almudi.org (con permiso) suscribirse
Visita pastoral a Kazajstán
Homiliía del Santo Padre Juan Pablo II
Astana- Plaza de la Madre Patria
Domingo 23 de septiembre de 2001
1. "Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el
hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos" (1 Tm 2, 5).
En esta expresión del apóstol san Pablo, tomada de la primera carta a Timoteo,
está contenida la verdad central de la fe cristiana. Me alegra poder
anunciárosla hoy a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas de Kazajstán. En
efecto, estoy entre vosotros como apóstol y testigo de Cristo; estoy entre
vosotros como amigo de todo hombre de buena voluntad. A todos y cada uno vengo a
ofrecer la paz y el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Conozco vuestra historia. Conozco los sufrimientos que habéis padecido muchos de
vosotros, cuando el régimen totalitario anterior os arrancó de vuestra tierra de
origen y os deportó en condiciones de grave malestar y privación. Me alegra
poder estar aquí hoy entre vosotros para deciros que el corazón del Papa está
cerca de vosotros. (...)
2. "Dios es uno". El Apóstol afirma ante todo la absoluta unicidad de Dios. Los
cristianos han heredado esta verdad de los hijos de Israel y la comparten con
los fieles musulmanes: es la fe en el único Dios, "Señor del cielo y de la
tierra" (Lc 10, 21), omnipotente y misericordioso.
En el nombre de este único Dios, me dirijo al pueblo de Kazajstán, que tiene
antiguas y profundas tradiciones religiosas. Me dirijo también a cuantos no se
adhieren a una fe religiosa y a los que buscan la verdad. Quisiera repetirles
las célebres palabras de san Pablo, que tuve la alegría de volver a escuchar el
pasado mes de mayo en el Areópago de Atenas: "Dios no se encuentra lejos de cada
uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 27-28).
Me viene a la mente lo que escribió vuestro gran poeta Abai Kunanbai: "¿Se puede
dudar de su existencia, si todo sobre la tierra es su testimonio?" (Poesía 14).
3. "Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús".
Después de referirse al misterio de Dios, el Apóstol dirige su mirada a Cristo,
único mediador de salvación. Una mediación -subraya san Pablo en otra de sus
cartas- que se realiza en la pobreza: "Siendo rico, por vosotros se hizo pobre,
a fin de que os enriquecierais con su pobreza" (2 Co 8, 9, citado en el
Aleluya).
Jesús "no hizo alarde de su categoría de Dios" (Flp 2, 6); no quiso presentarse
a nuestra humanidad, que es frágil e indigente, con su abrumadora superioridad.
Si lo hubiera hecho, no habría obedecido a la lógica de Dios, sino a la de los
poderosos de este mundo, criticada sin ambages por los profetas de Israel, como
Amós, de cuyo libro está tomada la primera lectura de hoy (cf. Am 8, 4-6).
La vida de Jesús fue coherente con el designio salvífico del Padre, "que quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2,
4). Él testimonió con fidelidad esta voluntad, ofreciéndose "en rescate por
todos" (1 Tm 2, 6). Al entregarse totalmente por amor, nos consiguió la amistad
con Dios, perdida a causa del pecado. También a nosotros nos recomienda esta
"lógica del amor", pidiéndonos que la apliquemos sobre todo mediante la
generosidad hacia los necesitados. Es una lógica que puede unir a cristianos y
musulmanes, comprometiéndolos a construir juntos la "civilización del amor". Es
una lógica que supera cualquier astucia de este mundo y nos permite granjearnos
amigos verdaderos, que nos acojan "en las moradas eternas" (cf. Lc 16, 9), en la
"patria" del cielo.
4. Amadísimos hermanos, la patria de la humanidad es el reino de Dios. Es muy
elocuente para nosotros meditar en esta verdad precisamente aquí, en la plaza
dedicada a la Madre Patria, ante este monumento que la representa
simbólicamente. Como enseña el concilio ecuménico Vaticano II, existe una
relación entre la historia humana y el reino de Dios, entre las realizaciones
parciales de la convivencia civil y la meta última, a la que, por libre
iniciativa de Dios, está llamada la humanidad (cf. Gaudium et spes, 33-39).
El décimo aniversario de la independencia de Kazajstán, que celebráis este año,
nos lleva a reflexionar en esta perspectiva. ¿Qué relación existe entre esta
patria terrena, con sus valores y sus metas, y la patria celestial, en la que,
superando toda injusticia y todo conflicto, está llamada a entrar la familia
humana entera? La respuesta del Concilio es iluminadora: "Aunque hay que
distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del reino de
Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar
mejor la sociedad humana, interesa mucho al reino de Dios" (ib., 39).
5. Los cristianos son, a la vez, habitantes del mundo y ciudadanos del reino de
los cielos. Se comprometen sin reservas en la construcción de la sociedad
terrena, pero permanecen orientados hacia los bienes eternos, siguiendo un
modelo superior, trascendente, para realizarlo cada vez más y cada vez mejor en
la vida diaria.
El cristianismo no es alienación del compromiso terreno. Si en algunas
situaciones contingentes a veces da esta impresión, se debe a la incoherencia de
muchos cristianos. En realidad, el cristianismo auténticamente vivido es como
levadura para la sociedad: la hace crecer y madurar en el plano humano y la abre
a la dimensión trascendente del reino de Cristo, realización plena de la
humanidad nueva.
Este dinamismo espiritual encuentra su fuerza en la oración, como nos acaba de
recordar la segunda lectura. Y es lo que, en esta celebración, queremos hacer
orando por Kazajstán y por sus habitantes, a fin de que este gran país, dentro
de la variedad de sus componentes étnicos, culturales y religiosos, progrese en
la justicia, la solidaridad y la paz; para que progrese especialmente gracias a
la colaboración de cristianos y musulmanes, comprometidos cada día, juntos, en
la humilde búsqueda de la voluntad de Dios.
6. La oración siempre debe ir acompañada por obras coherentes. La Iglesia, fiel
al ejemplo de Cristo, no separa nunca la evangelización de la promoción humana,
y exhorta a sus fieles a ser en todo ambiente promotores de renovación y de
progreso social.
Amadísimos hermanos y hermanas, ojalá que la "madre patria" de Kazajstán
encuentre en vosotros hijos devotos y solícitos, fieles al patrimonio espiritual
y cultural heredado de vuestros padres, y capaces de adaptarlo a las nuevas
exigencias.
De acuerdo con el modelo evangélico, distinguíos por la humildad y la
coherencia, haciendo fructificar vuestros talentos al servicio del bien común y
privilegiando a las personas más débiles y desvalidas. El respeto a los derechos
de cada uno, aunque tengan convicciones personales diferentes, es el presupuesto
de toda convivencia auténticamente humana.
Vivid un profundo y efectivo espíritu de comunión entre vosotros y con todos,
inspirándoos en lo que los Hechos de los Apóstoles atestiguan de la primera
comunidad de los creyentes (cf. Hch 2, 44-45; 4, 32). Testimoniad en el amor
fraterno y en el servicio a los pobres, a los enfermos y a los excluidos, la
caridad, que alimentáis en la mesa eucarística. Sed artífices de encuentro,
reconciliación y paz entre personas y grupos diferentes, cultivando el auténtico
diálogo, para que prevalezca siempre la verdad.
7. Amad la familia. Defended y promoved esta célula fundamental del organismo
social; cuidad de este primordial santuario de la vida. Acompañad con esmero el
camino de los novios y de los matrimonios jóvenes, para que sean ante sus hijos
y ante toda la comunidad signo elocuente del amor de Dios.
Amadísimos hermanos, con alegría y emoción deseo dirigiros a vosotros, aquí
presentes, y a todos los creyentes que están unidos a nosotros la exhortación
que en muchas ocasiones estoy repitiendo en este inicio de milenio: Duc in altum!
Te abrazo con afecto, pueblo de Kazajstán, y te deseo que realices plenamente
todo proyecto de amor y de salvación. Dios no te abandonará. Amén.