V Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Juan 11, 1-45:
Convertirnos en Discípulos y Misioneros

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

En el quinto domingo de cuaresma seguimos la reflexión cuaresmal sobre el seguimiento de Jesús:

“A continuación otro discípulo dice: ¨ Te seguiré Señor, pero déjame despedirme primero de mi familia ¨.  Jesús le contestó: ¨ El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no es apto para el Reino de los Cielos¨. Observen que esta también es una respuesta durísima. Parecería que va contra la pastoral familiar. Es cierto que en nuestra respuesta como discípulos de Jesús, tenemos que estar dispuestos a afrontar rupturas con algunos principios, afectos, estabilidades. Si prestamos atención a cómo conducimos, decidimos y gobernamos podemos darnos cuenta que muchas veces lo hacemos desde nuestros afectos que, por supuesto, tienen su importancia. El mismo Jesús tenía sus afectos, eligió a doce para que estuvieran con Él pero tenía tres que formaban su círculo más íntimo y que, en cierta forma, eran sus preferidos. Tenía, además, un discípulo amado,  era amigo de Lázaro, de María y de Marta. El Señor tenía sus afectos, y también habló de la amistad. Pero otra cosa es la afectividad que condiciona y dificulta el compromiso del discipulado y la misión.

Debemos considerar si a veces no nos sometemos demasiado a nuestros afectos, de tal manera que esto perjudica toda  posibilidad de asumir el Evangelio, de dar la vida y de hacer un verdadero seguimiento de la persona de Jesús asumiendo nuestra condición de misioneros de Él. Esto vale para todos los bautizados.

Jesús es hombre y es Dios y por eso Él tiene que ser nuestro Absoluto. Por eso tenemos que ser discípulos, no de algo, sino  de Alguien y ese alguien es Dios,  el Dios hecho hombre, encarnado. El discipulado cristiano no es el seguimiento de un Dios abstracto sino de un Dios personal. Existe una tendencia sincretista que pretende hacer ver que todos creen en Dios y todo es Dios, pero no es lo mismo.  Valorizamos esas búsquedas,   pero distinguimos porque  nuestro discipulado no es la adhesión a un Dios abstracto o a una doctrina sino que es adhesión y seguimiento de Cristo, Dios  hecho hombre, allí está la centralidad de nuestra fe.

¿Cómo podemos pensar en el cristianismo sin Jesús? Un cristianismo sin Jesús se transforma en una suerte de ideología, y hay  mucha gente ideológicamente cristiana, pero en el fondo eso no es cristianismo. Por eso tenemos que decir que para nosotros Jesús es aquel a quien comulgamos, que estuvo entre nosotros; el que tuvo afectos, el que predicó, el que sanó. Jesús, es el Cristo, es el Salvador, es el Dios hecho hombre.  Jesús es el que nos permite descubrir que Dios no es una abstracción ni un  concepto, es el que nos permite descubrir que Dios es Padre.

Condiciones del Seguimiento

En este discipulado misionero debemos tener en cuenta algunos aspectos centrales de la vida de Jesús: la interioridad e intimidad de Jesús con su Padre, la Pasión del Señor por el anuncio del Reino y su debilidad por los pobres y sufrientes.

Es fundamental captar que Jesús es el Cristo en nuestra interioridad, esta comprensión en el proceso de la búsqueda de fe es clave en el camino discipular. Para el discípulo misionero es también central captar la interioridad de Jesús con su Padre. La misma nos  permite entender que nuestro discipulado es algo profundo, reclama una intimidad con Jesús y por Él y en Él con el Padre. Esta intimidad tiene que llevarnos a ir madurando nuestra fe y debe realizarse desde la oración, desde la experiencia de Dios, esta experiencia personal que nadie la puede hacer por nosotros. Nuestra experiencia de amor, de sufrimiento, de cruz, y de tantas cosas que componen nuestra vida en este seguimiento debe ser llevada a la oración para comprenderlo desde la intimidad con Dios.

En segundo lugar, en el seguimiento de la persona de Jesús, iremos descubriendo su pasión por el Reino lo cual nos permite comprender por qué la Iglesia está para anunciar el Reino de Dios. Su misión es evangelizar, anunciar el Reino. Su pasión debe ser el anuncio del Reino.

En esta misión, que le encomendó el Padre, el Señor, en su humanidad tuvo tentación hasta de renunciar y llegó a plantearse si podía eludir la cruz. ¿Quién quiere morir?  Pero en definitiva su pasión por el Reino lo llevó incluso a encaminarse a la cruz. Esto no debe ser exclusivo de Jesús, esto es de todos aquellos que, insertados en Cristo por el Bautismo, queremos vivir este discipulado como los testigos y mártires que tiene la Iglesia”.

            ¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!             

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas