V Domingo de Pascua, Ciclo A
Juan 4,1-12: “Proselitismo y alcancía…”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

El texto de este domingo (Jn. 4,1-12), nos presenta la partida de Jesús. La liturgia nos prepara para las celebraciones de la Ascensión del Señor y Pentecostés. En este anuncio que realiza Jesús se genera un diálogo con sus discípulos que es importante que nosotros tratemos de profundizarlo. El Señor después de varios encuentros posteriores a su Resurrección, comienza a advertirles de su partida: “En la casa de mi Padre hay lugar para todos; si no fuera así, ya lo habría dicho; ahora voy a prepararles ese lugar…” Para llegar a ese lugar les dice que saben cual es el camino. Tomás con asombro le pregunta: “Pero, Señor, no sabemos a donde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Jesús les respondió: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí” (Jn.14,2.5-6).

Durante el tiempo de la Pascua profundizamos en la necesidad de comprender que para llamarnos cristianos necesitamos tener o buscar un encuentro con la Persona de Jesucristo, muerto y resucitado. Esta experiencia de fe es especialmente importante en este inicio del siglo XXI, sobre todo porque se va acentuando en los grandes centros urbanos el problema del secularismo. El documento escrito por los obispos argentinos “Navega mar adentro”, señala al respecto: “El secularismo actual concibe la vida humana, personal y social, al margen de Dios y se constata incluso una creciente indiferencia religiosa” (29).

En el camino de discipulado en que queremos insistir, tanto en este tiempo posterior al sínodo, como por las enseñanzas de Aparecida, considero fundamental que comprendamos el problema del “secularismo”, ya que inevitablemente todos formamos parte de un ambiente que tiende a mimetizarnos, y debemos conocer y discernir con libertad para realizar bien nuestras opciones. Para esto nos ayuda la aclaración del Concilio Vaticano II, en el documento “Gaudium et Spes”, señalando la diferencia entre “la legítima secularización” y el “secularismo”. Es importante para los laicos comprender esta diferencia para vivir su propia vocación de transformar las realidades temporales en sus ambientes y ser instrumentos de la evangelización de la cultura. “La legítima secularización” enseñada por la Iglesia implica la necesaria autonomía de las realidades temporales. Autonomía de las leyes naturales y la libertad con que Dios nos ha creado. En general cuando tenemos una enfermedad recurrimos a un médico y tomamos una medicina adecuada indicada por la ciencia. Lamentablemente se multiplican las propuestas religiosas que no respetan esto casi obvio de la justa autonomía de las leyes naturales, dando lugar a una especie de “proselitismo religioso” que abunda en promesas de curaciones, milagros, sanaciones que parecen más un negocio religioso y ofertas de multiconsumo, o bien una alcancía. La Iglesia con sabiduría acepta los milagros, pero es muy prudente y exigente para reconocerlos. El Papa por tal motivo nos señalaba en Aparecida que la evangelización “no” puede ser una acción proselitista. Un discipulado que nos ayude a madurar nuestra fe, no puede dejar de ordinario de integrar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, “la cruz” como parte del camino pascual.

Distinta a esta “justa secularización”, es “el secularismo”, el mayor problema a encarar en nuestro tiempo, porque desconoce a Dios, lo omite, ni siquiera lo discute. “El olvido de Dios, fundamento último de todo valor ético, conlleva el riesgo de alimentar en los hombres la autosuficiencia y absolutizar el poder, el dinero la mera eficiencia o el Estado mismo” (L:P:N:E: 12).

En este domingo quiero señalar que este fin de semana pascual celebramos “Las jornadas de la Gran familia diocesana”, propuestas por el camino que estamos realizando del “plan Compartir”. Nuestra reflexión en cada eucaristía buscará acentuar la toma de conciencia de pertenencia a la comunidad diocesana y pedir generosidad a los fieles en el sostenimiento de las necesidades pastorales laicales de la Iglesia como parte de la misma. Las Jornadas de “la Gran familia diocesana”, son eminentemente catequísticas y apuntan a sensibilizar a que todos profundicemos en nuestra pertenencia a la Diócesis de Posadas, de la que hemos de sentir nuestra propia responsabilidad en la tarea misionera y en su sostenimiento.

En el Evangelio de este domingo Jesús nos dice que Él es el Camino hacia el Padre. Necesitamos en medio del secularismo creciente sobre todo en lo urbano, sabernos hijos y hermanos para generar una cultura más solidaria, donde nos sintamos parte de la familia humana.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

               

 

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas