Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
J
uan 6, 51-59: “Comunión y caridad en nuestra Patria”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

En este domingo estamos celebrando “el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. También queremos especialmente en este 25 de Mayo rezar por nuestra Patria, por sus necesidades, para que en esta hora de la historia tengamos grandeza o bien magnanimidad, para que todo lo que hagamos esté dirigido especialmente al compromiso con el bien común. La referencia a la grandeza de espíritu y la magnanimidad es clave, para que cualquier instancia de “diálogo”, como instrumento indispensable de toda construcción social, política y cultural, pueda ser eficaz. En este 25 de Mayo rezamos especialmente para que Dios bendiga nuestra Patria y podamos desde “la magnanimidad”, superar todos los odios, divisiones, resentimientos y podamos construir una Patria de hermanos. 

En nuestra Diócesis desde hace algunos años nos hemos dispuesto a celebrar “el Corpus Christi”, con la relevancia que tiene que tener esta solemnidad. En los pueblos o ciudades donde hay una sola Parroquia hemos buscado que haya un momento común de las capillas para celebrar la Misa y procesión. Las parroquias de Oberá y las de Posadas - Garupá también hemos celebrado en sus respectivos lugares el sábado 24 por la tarde. Quiero subrayar que al celebrar tan festivamente “el Corpus”, continuamos en la brecha de San Roque González y los misioneros de las reducciones guaraníes hace 400 años en nuestra tierra colorada. Las comunidades indígenas tenían una gran devoción al “Cuerpo y Sangre del señor”. En aquel entonces mientras se realizaba la procesión los indígenas traían sus instrumentos de trabajo, plantas, ramas, animales para que fueran bendecidos con “el Corpus Christi”. Debo agradecer al pueblo de Dios la creciente valoración y la alegría popular de nuestra liturgia, donde miles de personas adoran al Cuerpo y Sangre del Señor. 

El texto del Evangelio que leemos este domingo (Jn. 6,51-58), nos dice: “Yo soy el pan bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. En la última cena el Señor instituye la eucaristía y desde aquel momento los cristianos nos reunimos los domingos para celebrar la Misa: “El primer día de la semana, cuando nos reunimos para partir el pan…” (Hch. 20,7). 

La eucaristía es el momento culminante del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. La comunión del pan y del vino, del Cuerpo y la Sangre, implican que nosotros formamos un solo cuerpo: “…todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan” (1 Cor. 10,17). La caridad es el fundamento del amor solidario tan necesario de asumir con coherencia en este tiempo en nuestra Patria en que nos tocará, en camino al bicentenario, definir que proyecto cultural, que País y Provincia seremos en este siglo XXI. 

Desde la eucaristía “pan de vida” y fundamento de comprensión del amor cristiano, entendemos más profundamente el valor de la vida humana, de la familia, la justicia, el trabajo como servicio y sobre todo la inclusión de los más pobres y marginados como claves de todo proyecto cultural y de toda forma de proyección política, económica, social… 

Creo conveniente retomar el texto de “Navega mar adentro” que nos señala: “En nuestro País constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no puede hacer surgir una Patria más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos” (38). 

El pan compartido en la eucaristía y celebrado en este domingo del “Corpus Christi”, nos invita a poner en ejercicio la caridad y comprometer nuestras opciones cotidianas sabiéndonos responsables del país, provincia y futuro que debemos construir. 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas