X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 9, 9-13:
“La religiosidad popular”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

El Evangelio del domingo (Mt. 9, 9-13), es elocuente sobre el sentido de la misión de Jesús y por lo tanto la tarea de la Iglesia continuando con la misión que Él mismo le encomendó. El Evangelio se inicia con el llamado de Mateo, que estaba sentado en la mesa de recaudación de impuestos y el Señor le dijo: “Sígueme. Él se levantó y lo siguió” (Mt. 9,9). Quiero reflexionar sobre este llamado que realizó el Señor, para muchos incomprensible y controvertido. Mateo era recaudador de impuestos a favor del imperio romano y los que realizaban ese trabajo son conocidos en los evangelios como una clase típica de individuos reprobados, equiparados muchas veces a los pecadores. En consecuencia, no solo se los miraba como opresores, sino que eran mirados como traidores de su pueblo por colaborar con el poder imperial romano que era invasor. Sin embargo el Señor vio seguramente el corazón de Mateo y lo eligió para ser Apóstol: “Sígueme”, le dijo y él no dudó: “Se levantó y lo siguió”. 

La otra situación que nos presenta el texto bíblico, muestra la hospitalidad de Mateo quien invita a Jesús a una comida de despedida con sus amigos, “publicanos y pecadores”. Los pecadores que nos señala el texto bíblico son los judíos no observantes. Por supuesto los fariseos se escandalizaron de Jesús e inmediatamente lo cuestionaron, criticaron y calumniaron diciéndoles a los discípulos: “¿Por qué su maestro come con esta gente impura…, con publicanos y pecadores?”. Jesús que escuchó estos cuestionamientos aprovechó la situación para hacer una catequesis a sus oyentes, a los de antes y los de ahora: “no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan que significa: yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt. 9,12-13). 

La Iglesia, así como cada uno de nosotros que formamos parte de ella no quedamos ajenos a esta enseñanza y gesto tan elocuente del Señor, que se distancia de todas las propuestas religiosas que son solo, o fundamentalmente rituales, “puras” o rigoristas, que no se abren a la misericordia. Desde ya que la apertura a “los publicanos y pecadores” de hoy, al mundo, que muchas veces somos nosotros mismos y nuestro “hombre viejo”, no implican relativizar los contenidos de la fe, una especie de relativismo moral. Por un lado será clave tener una identidad y un anuncio claro del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia y a la vez una cercanía misericordiosa con tantas situaciones de nuestros hermanos que están alejados de Dios. En el documento de Aparecida nos señala la necesidad de respetar los procesos que implica en la formación un itinerario de la fe: “Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él y su Misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (281). 

Con alegría quiero agradecer a Dios el protagonismo y participación masiva de nuestro pueblo en acontecimientos de fe como han sido Fátima, Santa Rita, el Corpus y el domingo pasado el encuentro diocesano de la juventud en Apóstoles, donde participaron más de 2000 jóvenes. Fueron momentos que han expresado claramente el fuerte arraigo del catolicismo popular en nuestra población. Sobre la religiosidad popular Aparecida nos señala una reflexión que considero oportuno recordar: “El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”, la presentó como “el precioso tesoro de la iglesia católica en América Latina”. Invitó a promoverla y protegerla. Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño, porque la piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”. La religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular, profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana” (258). 

Es cierto que algunos cristianos preguntan si esta religiosidad sirve ya que muchos de los concurrentes no practican la fe en otros aspectos de su vida cristiana. Este es un tema que seguiré reflexionando en otros domingos, pero quiero concluir señalando que ninguno debemos sentirnos excesivamente practicantes, porque corremos el riesgo de ser parecidos a los que condenaban a Jesús por compartir con publicanos y pecadores. Lo importante es que nosotros busquemos la conversión y colaboremos misericordiosamente con los demás para que como Mateo nos pongamos de pie y lo sigamos a Jesucristo, el Señor. 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!                     

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas