XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 4, 35-40:
“Las elecciones y el bicentenario”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

Hace algunos días iniciamos una reflexión ligada a un acontecimiento sumamente importante para nuestra Patria, que es la celebración del bicentenario. También hemos señalado que circunstancias tan importantes como las elecciones deberíamos ligarlas a una reflexión más profunda sobre la Argentina con la que queremos encontrarnos al celebrar en el 2010-2016, los 200 años de la fundación de nuestra Nación. No solo queremos celebrar el bicentenario con festejos importantes, el mayor deseo será que podamos encontrarnos con una sociedad que brille por la búsqueda de ciudadanos y dirigentes que sean protagonistas desde valores como la vida, la familia, la justicia, la paz social y la solidaridad; hombres y mujeres que sobresalgan por sus virtudes sociales y ciudadanas. Las próximas elecciones ya tan inmediatas son una oportunidad para votar responsablemente y tener una profunda conciencia que nuestro voto en las elecciones implica y compromete necesariamente el futuro. 

Con motivo del bicentenario los obispos argentinos publicamos un documento en noviembre del 2008 que nos señala diversos aspectos relacionados a la ciudadanía y el bicentenario. En este domingo quiero señalar una parte de dicho texto que reflexiona sobre “qué estilo de liderazgo necesitamos hoy”, tema que deberemos tener en cuenta todos, pero sobre todo aquellos que tienen o buscan tener liderazgos sociales y políticos. El texto señala: “En este tiempo necesitamos tomar conciencia de que “los cristianos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos”. Para nosotros, este es el verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos.  

En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas.  

Por eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común. Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal, como expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad. Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad. No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. El verdadero liderazgo supera la omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos valores propios de los auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida. 

Alentamos a los líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en “la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política”. Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, y capacitados para la renovación de nuestras instituciones. También queremos reconocer con gratitud a quienes luchan por vivir con fidelidad a sus principios. Y a los educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que se esfuerzan por promover una concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les pedimos que no bajen los brazos, que reafirmen su dignidad y su vocación de servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el valor de toda sana militancia”.  

Necesitamos profundizar el camino de la paz social, de la diversidad, pero también del diálogo constructivo y no del enfrentamiento estéril, sobre todo cuando un voto, o bien una elección, puede expresar el mejor regalo democrático y republicano a nuestra “Nación del bicentenario”. 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas