Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, Ciclo B.

San Marcos 14,1-15,47: ¿Apasionados por Cristo?

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

 Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2, 6-1

Imposible celebrar la Semana Santa de un modo cristiano, si no nos “apasionan” como a Cristo los males del hombre.

Imposible, si a los judas y a los pedros, a los herodes y a los pilatos, al pueblo y al sanedrín... no los reconocemos como inquilinos nuestros ni borramos de nuestras vidas sus reiterativas presencias.
Imposible, si ante el Pan Sacrificado las bolsas de la pobreza no vacían nuestros bolsillos, ni nos queman en las manos las monedas del Justo.
Imposible, si los arsenales atómicos no nos quitan como a Pedro la espada de nuestra mano ni nos desarman de la violencia.
Imposible, si el justo injustamente ajusticiado no nos hace dar la cara por su causa ni salir a la defensa de los inocentes.

Imposible, si las lágrimas de los que sufren no aguan nuestras fiestas ni ponen en nuestras manos pañuelo para enjugarlas.
Imposible, si el estiércol y el camino donde un hombre está caído no invalida nuestros tronos ni nos bajan del caballo que montamos.
Imposible, si el abandono de Dios con el que se empobreció el increyente no dispara hacia la altura la gráfica de los hermanos.
Imposible, si la cruz inmerecida que sufrimos no florece de ternura y de perdón hacia aquellos que la hicieron.

Imposible, si la sangre de Jesús no bombea nuestro corazón insolidario ni nos hace exportadores furtivos de amores universales.
Imposible, si adoramos crucifijos y en ellos no contemplamos a todos los torturados.
Imposible, si contestamos la muerte, y no acertamos a abandonar nuestro espíritu en las manos del Padre.
Imposible, si la Madre Dolorosa al pie de todas las cruces no nos hace más hermanos ante el cadáver del Hermano universal.

Imposible, si a la vista de un Dios venido a menos, no nos despojamos de nuestro presunto rango, ni ascendemos sin alardes a ser y a hacer de siervo de todos.
Imposible, si lo largo y lo ancho, lo profundo y lo alto de nosotros no proclama que, muriendo con Jesús y desviviéndose por todos, los siervos se hacen señores y los infiernos se hacen cielos.
Imposible, si nuestros mejores nombres y nuestros epítetos más precisos no nos resultan pequeños para exaltar merecidamente al Señor Crucificado que con nosotros está.