IV Domingo de Pascua, Ciclo B.

San Juan 10,11-18: Pastoreo interpersonal

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús: Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre. Juan 10, 11-18

Nuestras relaciones, en general, suelen ser bastante superficiales. Lo que recíprocamente importamos de los otros o exportamos a los otros, no suele ser lo más valioso, ni lo más profundo, ni lo más decisivo y definidor de nosotros mismos. En contada ocasiones y con escasísimas personas ponemos en común los grandes interrogantes de la vida, las dolorosas frustraciones que sufrimos los humanos, las profundas esperanzas que nos mantienes hipertensos y motivados, el Espíritu de Amor que nos habita y que alojamos.

¡No conocemos y no somos conocidos! Sentimos como cierto pudor, o cierta impotencia conceptual y verbal, o cierto miedo a no ser acogidos y comprendidos. También la falta de tiempo, o la no búsqueda de tiempo, nos impide la comunicación reposada, la descripción existencial de nuestros paisajes interiores e íntimos , la narración secuenciada de nuestras pequeñas y grandes acciones y pasiones, el conocimiento profundo interpersonal con el que se crean y recrean las personas, la “pérdida” gratuita de tiempo sustraído de las supuestas rentabilidades profesionales, económicas..

Y, sin embargo, sólo es cristiano y eficiente el pastoreo que realizamos cuando, entre curas y fieles, entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, entre jefes y subalternos... se viven o se intentan las verdaderas relaciones interpersonales, el conocimiento recíproco existencial de ambos extremos, el trasiego y comunicación reales de nuestros propios vasos, la simbiosis viva de quienes en el darse y recibirse se generan y regeneran creativa y recreativamente...

Es el pastoreo del Amor dado y recibido, la empatía de Cristo y sus fieles, la convivencia del Pastor y sus ovejas, la com-pasión apasionada y apasionante de quienes, pastoreados por Dios, ejercen y reciben el pastoreo del Modélico Pastor... Es la comunión de quienes recibieron como Pábulo y Pasto al Espíritu de Cristo. Es la intimidad cohesionante del vivir del Otro y para el Otro, de los otros y para los otros. Es el desarraigo, la expropiación de sí mismo para la afirmación y confirmación de lo mejor y mayor de nuestros propios hermanos...

Es el modo fundante y fundamental como nuestros sociogrupos se crean y se recrean, enriqueciéndose con los valores del psico-grupo. Nuestras relaciones irán dejando de ser mercenarias y cerradas, haciéndose más humanas y cristianas bajo el hermanante cayado del Pastor de los pastores, que quiere que sus ovejas se conozcan y se amen como Él las ama y las conoce.