XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13:
Reaccionando contra el mal

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. Marcos 6, 7-13

Aquel hombre rechazado se llevaba siempre a su casa y oración el polvo de sus sandalias misioneras. Nunca quiso sacudirlo contra nadie, y era en el polvo almacenado donde él reconocía su humilde procedencia y el “nuevo Adán” que con ese polvo haría de él el Espíritu de quien lo envió a recorrer caminos y hombres.

Cada vez que contemplaba el polvo propio y el polvo de sus hermanos le brotaban deseos nuevos de llamar a puertas nuevas. Por supuesto que, cuando encontraba corazones abiertos que accedían a hospedar su mensaje salvador, daba por bien pagados todos los rechazos anteriores. Y se despojaba con más ahínco de su propia túnica para revestirse más sacramentalmente del Señor, calzándose más con Él y apoyándose más en Él. Sabía que era éste el único procedimiento válido, la única estrategia lícita para ponerse en sintonía y llevar a la eficacia la misión recibida.

Le dolían, sí y mucho, los rechazos dispensados al Evangelio, pero investido del Espíritu y re-equipado con su fuerza, se sabía una y otra vez enviado a expulsar los malos espíritus.

Veía a los hombres, sus hermanos, obsesos del dinero e incapaces de comunicación de bienes. Preocupados de sus propios lujos y anestesiados para las necesidades ajenas. Sedientos de ser servidos y recalcitrantes para servir. Acosados por los ídolos esclavizantes y pasando del Dios libertador. Pagados de sí y pagando tributo a cosas inferiores a sí mismos. Minusvalorando a los que padecen y priorizando a los que hacen. Promoviendo el tener y subdesarrollando el ser. Casándose con las cosas y divorciándose de sí y de los hermanos. Rajando claveles y sembrando fusiles. Embalsamando calendarios y efemérides y negando eternidades...

Todos esos y otros más eran los espíritus inmundos que debía expulsar de los hombres a quienes tan apasionadamente quería, y de las estructuras de los hombres, con el fin de hacer posible un hombre nuevo y una sociedad nueva, anticipos del Reino. Aunque dura y duradera la empresa de desenmascarar y expulsar a los falsos salvadores, nuestro hombre rechazado se sabía siempre elegido y potenciado por la misma Causa, y más de una vez volvía a su casa y oración a dar gracias a Dios porque se le habían sometido los malos espíritus.