XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 6,30-34: Descansar en el Señor

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él entonces, les dice: Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Marcos 6, 30-34

No es difícil encontrar en nuestro entorno hombres cansados con toda clase de cansancio:

Hombres que no pueden más con la vida y que han llegado al límite de sus aguantes y de sus ilusiones. Hombres que trabajan sin entusiasmo ni ganas, empujados por la necesidad. Hombres agotados por no verle sentido a su trabajo del que por otra parte no se pueden liberar. Hombres quemados por los escasos o nulos resultados de sus agotadores esfuerzos. Hombres amargados porque nadie condecora sus sudores ocultos. Hombres terminados y erosionados por la mordiente rutina y carentes de la mínima creatividad. Hombres-máquina, a los que sólo se les pide su músculo y a quines se les paga y engrasa para que puedan seguir trabajando al día siguiente. Hombres hinchados de trabajar, con las manos hipertrofiadas y el espíritu en liego. Hombres cansados de no hacer nada, a pesar de sus fuerzas jóvenes en almacén y a la espera del milagro del contrato. Hombres hartos de trabajo y ayunos de vacación, a quienes nunca llegó el ejercicio de ese derecho natural y civil. Hombres fatigados y trabajos que regresan a su casa y a los suyos sin encontrar en éstos un oasis confortador ni unas pantuflas relajantes...

Tantos y tantos hombres cansados, para los que está decidida y querida y preparada la vacación oportuna, el descanso apropiado, el solaz a medida. Hombres para los que siguen en pie y a voz en grito las palabras de “venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco” y aquellas otras de “venid a Mí todos los que estáis cansados, que yo os aliviaré”.

Porque unos necesitan el trabajo de poner a trabajar el corazón, tan parado como a veces lo tenemos, sintiendo lástima de las multitudes hambrientas. Porque otros sólo descansarán si logran asomarse a todos aquellos de cuyos sudores anónimos se están beneficiando.

Porque éstos encontrarán su vacación, si logran introducirse en la civilización del ser y del amor, consiguiendo el relax del amor interpersonal. Porque a aquéllos les fatigará menos la vida si consiguen un encuentro silencioso y reposado con sus mejores raíces, con la presencia de ese oasis divino que brota siempre para el hombre que lo busca en su desierto fatigoso.

Porque a los que tienen trabajo sólo les relajará el suyo, cuando en solidaridad fraterna creen o busquen trabajo para el que no lo tiene...

Y tantos y tantos descansos, que solamente disfrutan los que descansan en Dios y se cansan por los hombres.