XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Juan 6, 41-51: ¡El Pan para el Camino!

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios.
Elías caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo: ¡Basta ya, Yahvé! Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres! Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: Levántate y come. Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. Volvió segunda vez el ángel de Yahvé, le tocó y le dijo: Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti. Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches. 1 Reyes 19, 4-8

¿Quién te manda, Elías, meterte a defensor de Dios? ¿Por qué tanto fuego y tanto celo en mantener la identidad religiosa de Israel? ¿No ves en que paran tus bravatas religiosas? ¿Será que Yahvé, el Señor, te castiga por haber puesto tanta carne en el asador? ¿Tan malo es el culto a los Baales, tan antidivina y antihumana la idolatría, como para exponer tu vida bajo la espada de los que frívolamente tratan a Dios y a los hombres? ¿No te hubiera ido mejor una actitud “tolerante, conciliadora, irenista? ¿Crees que el rey Ajab y la reina Jezabel, a quienes denunciaste de traidores a la Alianza, no te hubieran acogido de mil amores y te hubieran promovido a “pesebres” mejores que el agua y el pan con que ahora te premia Yahvé...?

No pareces el mismo, Elías. Quien te vio en el monte Carmelo prepotente frente a profetas contratados, impidiendo la lluvia y atrayendo el fuego para tu sacrificio; y ahora te ve en el desierto, hundido tu fuego en un lecho de ceniza, sin fuerzas ni ganas para seguir viviendo, perseguido y con hastío vital, decepcionado del mismo Dios a quien intentaste defender... podría encontraren este cambio de suerte argumentos contra Yahvé que “a la hora de la verdad” abandona a los justos injustamente perseguidos...

Pero no, Elías. No caigas en la tentación de pensar que de la crisis no viene la salvación, que de la cruz no nace la resurrección.

Precisamente el mejor premio a tu denuncia profética, el mayor galardón de tu fuego antiidolátrico, la más grande recompensa que Dios prepara a quienes son fieles al Dios vivo y vivificador de hombres... es graciosamente este desfondamiento de ti mismo, este getsemaní del desierto, esta caminata de cuarenta días o distancia total que tienes que salvar para llegar a Dios, a ese encuentro final y total, suave como brisa y silencioso como Dios, que te espera más allá de tus propias esperanzas. Es el placer indescriptible, la experiencia vivencial e intensísima y nueva que de Sí mismo regala Dios en cualquier Horeb del mundo a quienes se meten y comprometen a defender a sus hermanos de cualquier Jerzabel de turno y de todo Faraón oprimente y descreído.

¡Cuántos Elías como tú necesita nuestro mundo y nuestra Iglesia, tan tocados como estamos de idolatrías contemporáneas y tan necesitados de recibir y comunicar una Nueva Evangelización!