XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Juan 6, 60-69: ¡Contra deserción fidelidad!

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Muchos de sus discípulos, al oírle, le dijeron: Es duro este lenguaje. Quién puede escucharlo? Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?... El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.
Jesús dijo entonces a los Doce: También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿Donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
Juan 6, 61-70

Frente al fenómeno generalizado del debilitamiento de la fe y la difusión de la increencia entre nosotros, cobra para todos especialísima interpelación la pregunta que Cristo hizo a sus apóstoles: “¿También vosotros queréis marcharos ?”

Y es que sectores grandes de nuestra secularizada sociedad, ante la blandura y “aceptabilidad” de muchos discursos contemporáneos, se han echado atrás y no quieren volver a ir con Jesús; y se ha ido estableciendo poco a poco como cosa normal la indiferencia religiosa y la inseguridad moral. 

Estilos de vida más paganos que cristianos están deteriorando y desvitalizando la fe de muchos de nosotros, especialmente entre las generaciones jóvenes. De hecho está ocurriendo que, aun manteniéndose credos y ceremonias cristianos, en el fondo de muchos subyacen “dioses amorreos”, idólatras de hecho, adoradores redomados y autosuficientes de poderes humillantes, de sexos frívolos e incomprometidos, de consumos insolidarios. Tantos y tantos dioses caseros, presentes en todas las sopas, de quienes sufrimos adicciones de ínfima o nula liberación.

Esto explica que, a pesar de ser las nuestras sociedades y familias de vieja cristiandad, los más conscientes de este proceso descritianizador echen las campanas a vuelo, convocándonos a todos a una nueva evangelización, dado que el nuestro ha devenido en no pequeña proporción terreno de misión no obstante la pervivencia y persistencia sociales de sacramentos y festejos religiosos. Hacia la denuncia y superación de estos abandonos o sangrías cristianas se encamina nos sentimos todos convocados y provocados por Cristo y su Iglesia..

Ojalá que, tanto en persona como en grupo, respondamos ante la alternativa de paganizarnos o recristianizarnos, reaccionemos positivamente como en la tierra prometida lo hizo Josué: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros... Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios” 

Ojalá que, a lo Simón Pedro, reaccionemos en decisiva y ejemplar respuesta: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que Tú eres el Santo consagrado por Dios”. 

Ojalá que, junto a las migajas de los ídolos que dejan sin saciar la mejor hambre de nuestro mejor hombre, nos seduzca y alimente Jesucristo, el Pan vivo bajado del Cielo para la mejor y mayor filiación y fraternización que puede diseñar, experimentar y promover el hombre de ayer, de hoy y de siempre.