XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 8, 27-35: Suspenso en cristología

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, pregunto a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les pregunto: - «Y vosotros, ¿quien decís que soy?» Pedro le contestó: Tú eres el Mesías. El les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvara. Marcos 8, 27-35

No es fácil definir a Cristo con una respuesta acertada y certera. No basta con echar mano del concepto más preciso y de la palabra más preciosa. Las respuestas doctrinales, las definiciones literarias, los tópicos memorizados pueden resultar, dentro de su real ortodoxia, equivocados y erróneos, mortíferos y satánicos, si a renglón seguido no son la sangre y la cruz, el dolor y el rechazo, la resurrección y la gloria las notas definitorias y definitivas del Mesías definido.

Más aún. Si el inteligente encuestado no carga con la cruz ni se niega a sí mismo; si definir a Jesús no supone para él un jugarse el propio tipo y terminar como Cristo en su personal desvivimiento por los demás, sus ortodoxas respuestas serán metales que resuenan o platillos que aturden.

Porque, en lo tocante a Jesús, o la definición de Cristo nos crucifica y resucita, o no es tal definición. O purificamos el concepto de Mesías de las connotaciones de grandeza, poderío, riquezas, prestigio, imposición con las que lo hemos sangrado y falseado, o es una caricatura de Dios lo que sacrílegamente hemos hecho de Cristo, destructora de su verdadera imagen. O matamos, al definir y saber a Cristo, nuestro hombre viejo hecho de mentira, orgullo, frivolidad, egoísmo, idolatría… para resucitar con Cristo a una nueva condición, o nuestra respuesta menos mala debería ser el silencio.

¿Verdad, Jesús, que sería a un ídolo, y no a un Dios humanado, lo que con respuesta satánica estaríamos frívola y heréticamente definiendo? Y tu comunidad creyente ¿no estaría adulterando tu verdad, si se resistiera a tener tu misma pasión y apasionamiento con los que poderte saber y saborear? ¿No habríamos cegado nuestra inteligencia espiritual, no hubiéramos sufrido verdaderas sangrías de liberación humana, si nos anduviéramos en la búsqueda de mesianismos, de poderíos, de hedonismos y de riquezas? ¿Con qué credibilidad y con qué fiabilidad podríamos decir al mundo que te conocemos, y que es correcta, acertada y certera la definición que damos de Ti... ?