XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 12, 38-44: El valor de nuestras ofrendas

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de los que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir. Marcos 12, 38-44.

Mal contable eres, Jesús. Con esas cuentas trastornas nuestros números y descalificas nuestros cálculos. Así no creo que alguien quiera ponerte al frente de sus empresas. Con semejantes valoraciones, hasta tus propios negocios irán a la quiebra segura.

¿Tú crees de verdad que esos dos reales de la viuda son de mayor valor que las cuantiosas cantidades que depositan los ricos ? ¿Crees que con aquella ridícula cantidad se hace una Iglesia mejor ? ¿No ves que con esa miseria de donativo no hay ni para comprar un gorrión ni para siquiera encender una lamparilla votiva ? ¿Con qué pagaremos los micrófonos de la parroquia, el manto de la Patrona, los desperfectos que tu cólera ha producido en las dependencias del Templo, la placa conmemorativa de los pingües donantes... ?

No disparates, Jesús, y sé realista. No digas que ocho es igual o más que ochenta. No digas que dineros así son sacrílegos y ofensivos. Porque dinero contante y sonante es lo que, ante todo, cuenta.

En cambio, si es dinero de sobras o de faltas ; si es dinero de explotadores o dinero sudado con el propio trabajo ; si proviene de carteras que gastan más en lujos propios que en necesidades ajenas ; si nuestras abultadas colectas son migajas desprendidas de nuestros opulentos bancos y banquetes ; si son billones lo que gastamos en arsenales atómicos y justificamos nuestra conciencia nacional prometiendo, que no dando, el 0,7% del producto nacional bruto ; si convertimos al tercer mundo con nuestras raquíticas campañas en el cubo de nuestras sobras, al par que los explotamos en las materias primas que necesitan para sí ; si remediamos necesidades ajena , sin nosotros sufrirlas ; si damos cosas sin darnos a nosotros mismos..., todo, todo eso, Jesús es de menor importancia y no cuenta para el realismo efectista de las pingües ofrendas. No hay por qué cuestionarse, o hacer distinciones, o sentir remordimiento de culpa...

Y es que, Jesús, en nuestro mundo pragmático y realista, en este mundo de lo cuantitativo y espectacular, lo que prima y lo que vale es el “borrico grande, ande o no ande”. La intención del corazón, el desasimiento que conlleva la ofrenda, el amor con que se hace, el desinterés y sacrificio con que se realiza... todo, todo eso, Jesús, son valores de menor cuantía y ni merece ser contabilizado en nuestros libros mayores.

Por todo esto, Jesús, a ver si te apuntas a algunos de nuestros cursillos de contabilidad o haces un máster empresarial, para ponerte así al día de nuestras cuentas perversas. Los ricos te lo agradecerán en el alma, caiga la viuda que caiga...