Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José

San Lucas 2, 41-52: Familiarizados con Cristo

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Dios hace al padre más respetable que a los hijo y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.

Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados. Eclesiástico, 3,2-6. 12-14

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos,
como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. Salmo 127

Nadie ignora que la familia “tradicional” está haciendo aguas. Ya no es el padre el que tiene puestos los pantalones.; ni el “ordeno y mando” lo que moviliza el hogar. Ya no son “sus labores” la identidad profesional de muchas madres. Se va haciendo más excepcional la coincidencia de todos en una misma mesa .La puerta de la casa ya no se abre ni ser cierra a la misma hora para todos. Los horarios laborales descentran y centrifugan a la familia… Y lo bueno de todo esto es que no todo es malo en este crisis, en este cambio, de la familia “tradicional”.

Distinto juicio se habría que hacer cuando contra la familia se desmadran las normas y comportamientos divorcistas, las legalizaciones y los hábitos abortistas. Cuando sobre ella descargan los aguaceros permanentes de los slogans consumistas. Cuando acosan a la casa los impuestos excesivos o las exigencias y convencionalismos sociales. .cuando la vacían las seducciones callejeras. Cuando se instala en su interior, como huésped intruso o como cátedra doctrinaria y obsesiva, el escaparate silenciador de la pequeña pantalla…Cuando a la arena movediza, sobre la que están cimentados muchos hogares,

Por su parte, la familia cristiana, relativizando modelos sociológicos, se mantiene estable radicando y hundiendo su consistencia en la Rica Viva, en la Piedra angular, Cristo. Se cree y se siente participación e interpretación de la Familia del Cielo en la que reina por igual la unidad y la diversidad personal. Se sabe y se confiesa Iglesia celular. Su techo es Dios, y sus paredes son el mundo. En los mantenles desplegados de su mesa se podrán sentar los pobres. Entre sus miembros habita y se respira el Espíritu del amor y la concordia. El calor hogareño se forma de amor, de comprensión, de comunicación, de tolerancia, de perdón recíproco, de austeridad solidaria, de fiesta familiar y entrañable. En ella y cuentos ancestrales de ancianos y canciones y platos rotos de niños juguetones.

No caerá la familia cristiana en la tentación de convertirse en prostíbulo barato, en simple empresa rentable, en mero restaurante económico. Será sede de amor constante, de dolor y alegría compartidos, de esfuerzos y aportaciones conjuntos, de perdones repartidos setenta veces s. Será escuela de personalización y no encorsetamiento de originalidades. Estará abierta a las demás familias, sin convertirse en reducto autosuficiente o cuarto asfixiante desprovisto de ventanas al exterior.

La familia cristiana dirige sus envidias y admiraciones hacia la Familia de Nazaret, por la que siempre se siente censurada, afirmada y estimulada a la vez. Es consciente de que “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles”; y por eso todos, al unísono, rezan y canta” que el Señor nos construya la casa”