V Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date

 

 

Experiencia del Resucitado
Hch 6,1-7; 1Pe 2,4-9; Jn 14,1-12


La segunda lectura nos recuerda que los cristianos somos un pueblo que Dios ha elegido «para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa». La Iglesia no vive de recuerdos. A Cristo no le conocemos sólo por lo que hizo, sino sobre todo por lo que hace. Cada generación cristiana y cada cristiano están llamados a experimentar en primera persona la presencia, la vida y la fuerza del Resucitado.
No se trata de recuerdos pasados, sino de realidad presente. Lo mismo que los israelitas experimentaron «en propia carne» la liberación de la esclavitud de Egipto, lo mismo que los apóstoles «comieron y bebieron» con el Resucitado, así nosotros conocemos a Cristo por esas hazañas que realiza al sacarnos de las tinieblas de la muerte y del pecado. Cristiano es el que conoce a Cristo por experiencia, porque experimenta «la fuerza de su resurrección y la comunión en sus padecimientos» (Fil 3,10), porque es tocado por la eficacia de la fuerza poderosa que Dios despliega en Cristo Resucitado (Ef 1,19-20).
El que realmente experimenta en su vida esta acción del Resucitado necesita proclamar las hazañas que el Señor ha realizado en él. El verdadero cristiano es necesariamente testigo, y por eso «no puede callar lo que ha visto y oído» (He 4, 20).
Desde ahí se entiende el Evangelio: «El que cree en mí hará las obras que yo hago y aún mayores». Lo mismo que Cristo hace cosas grandes porque está unido al Padre, porque el Padre y Él son una sola cosa, porque el Padre permaneciendo en Él hace las obras, así también ocurre entre el cristiano y Cristo. Cristo Resucitado se une a nosotros, vive en nosotros. El que está unido a Cristo, el que deja que Cristo viva en él, realiza las obras de Cristo. La condición es estar unido a Él por la fe: «el que crea en mí». Si no suceden «obras mayores» es porque nos falta fe. «Si tuvierais fe como un granito de mostaza...».