XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date

 

 

El Creer en el Amor
Rom 8,35.37-39

«¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?». San Pablo lanza este grito desafiante desde la atalaya de quien se sabe amado incondicionalmente por Cristo. Nuestra fe es un confianza total y absoluta en el amor de Dios. «Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios nos tiene» (1 Jn 4,16). San Pablo habla por experiencia. Sabe que este amor nunca falla, nunca defrauda. El amor de Cristo es la única seguridad estable y definitiva aunque todo se hunda. Al que ha construido su vida sobre la roca del amor de Cristo ninguna tempestad puede tambalearle (Cfr. Mt 7,25).
«En todo esto vencemos fácilmente por Aquel que nos ha amado». A veces quisiéramos que el Señor eliminase las dificultades. Sin embargo, no suele actuar así. Más bien nos da la fuerza para vencerlas y superarlas apoyados en su amor. Cristo lo había dicho bien claro: «En el mundo tendréis luchas, pero tened valor: Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Y san Pablo lo sabía por experiencia. De ahí su confianza desbordante y su gozo en medio de las pruebas y tribulaciones (2 Cor 7,4). «Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe» (1 Jn 5,4).
«Estoy convencido...» No se trata de una opinión, sino de una certeza absoluta. La certeza de estar afianzados en un amor más fuerte que el mal, más fuerte que la muerte. Un amor que nos precede y nos acompaña, que nunca nos abandona, que nos conduce con su sabiduría y su poder infinitos. No queda lugar para la duda o para el temor, no tienen razón de ser la cobardía ni el desaliento. «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo» (Sal 23,4). «Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla, si me declaran la guerra me siento tranquilo» (Sal 27,3). «Sólo en Dios descansa mi alma..., sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar, no vacilaré (Sal 62,2-3).

Dadles vosotros de comer
Mt 14,13-21

También a nosotros nos dice hoy Jesús: «Dadles vosotros de comer». Con cinco panes y dos peces dio de comer a la multitud. Pero ¿qué hubiera ocurrido si los discípulos se hubieran guardado los cinco panes y los dos peces? Probablemente, Jesús no hubiera hecho el milagro y la multitud se hubiera quedado sin comer.
Lo mismo que a los discípulos, ni a ti ni a mí nos pide Jesús que solucionemos todos los problemas ni que hagamos milagros. Los milagros los hace Él. Pero sí nos pide una cosa: que pongamos a su disposición todo lo que tenemos; poco o mucho, da igual, pero que sea todo lo que tienes. Ante el hambre de pan material y el hambre de la verdad de Cristo que tanta gente padece, ¿vas a negarle a Cristo tus cinco panes y tus dos peces?
Si los discípulos no hubieran entregado a Jesús lo poco que tenían alegando que lo necesitaban para ellos, varios miles se hubieran quedado sin comer y, sobre todo, se hubieran quedado sin conocer el poder de Cristo realizando tal milagro. Si tú le niegas tus panes y tus peces, eres responsable de que Cristo hoy no siga alimentando a la gente y de que muchos no le conozcan al no darle la posibilidad de hacer milagros multiplicando tus pocos panes y peces.