V Domingo de Pascua, Ciclo B

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Permaneced en Mí
Jn 15,1-8


«Permaneced en mí». Este mandamiento de algún modo resume toda la vida y actividad del cristiano. Por el Bautismo hemos sido injertados en Cristo (Rom 6,5). Como la vida del sarmiento depende de su unión a la vid, la vida del cristiano depende de su unión a Cristo. Nuestra relación con Cristo no es a distancia. Vivimos en Él. Y Él vive en nosotros. Por eso Él mismo insiste: «Permaneced en mí». Esta unión continua con Cristo es la clave del crecimiento del cristiano y del fruto que pueda dar. Toda la vida viene de la vid y nada más que de la vid.
«Sin mí no podéis hacer nada». El que comprende de verdad estas palabras cambia por completo su modo de plantear las cosas. Cada acción realizada al margen de Cristo, cada momento vivido fuera de Él, cada palabra no inspirada por Él... están condenados a la esterilidad más absoluta. No sólo se pierde el cuándo se hacen cosas que no viniendo de Cristo no dan ningún fruto. Deberíamos tener horror a no dar fruto, a malgastar nuestra vida, a perder el tiempo.
«... Lo poda para que dé más fruto». Dios desea que demos fruto, y fruto abundante –Jn 15,16–. Para ello es necesario «permanecer en Cristo» mediante la fe viva, la caridad ardiente, la esperanza invencible, mediante los sacramentos y la oración continua, mediante la atención a Cristo y la docilidad a sus impulsos... Pero hay más. Como Dios nos ama y desea que demos mucho fruto, nos poda. Gracias a esta poda cae mucho ramaje inútil que estorba para dar fruto. El sufrimiento, las humillaciones, el fracaso, las dificultades, los desengaños... son muchas veces los instrumentos de que Dios se sirve para podarnos. Gracias a esta poda caen muchas apariencias, nos enraizamos más en Cristo y podemos dar más fruto.

Su misma vida
Jn 15,1-9

El misterio de Cristo y de su Resurrección es de una fecundidad inagotable. Los autores sagrados no encuentran palabras ni imágenes para expresarlo. No hemos de imaginar a Cristo fuera de nosotros. Gracias a su glorificación Él vive en nosotros y nosotros vivimos su misma vida. Por el Bautismo hemos sido injertados en Cristo y vivimos su misma vida, lo mismo que los sarmientos tienen la misma vida que reciben de la vid.
Por eso, el mandato de Cristo es muy sencillo: «Permaneced en mí». La vida cristiana, aunque parezca compleja, es en realidad muy simple: se trata de permanecer unidos a Cristo continuamente. En san Juan, permanecer en Cristo supone vivir en gracia, pero no sólo; implica además una relación personal y una intimidad amorosa con Él cada vez más consciente y más continua.
Esto es de una importancia enorme. Y san Juan lo subraya con una lógica y una coherencia implacables: «Lo mismo que el sarmiento separado de la vid se seca y no tiene vida ni da fruto, vosotros separados de mí no podéis hacer nada». Es preciso aprender esta lección de una vez por todas. Nuestro fruto no depende de las cualidades humanas, sino de la unión con Cristo. Dios desea que demos fruto abundante –y en ello es glorificado, y para eso nos poda, para que llevemos más fruto–, pero nuestra fecundidad, nuestro dar fruto en la vida personal, en la Iglesia y en el mundo, está en proporción a nuestra santidad, a nuestra unión con el Señor Resucitado. Sin ella no haremos nada, ni daremos fruto abundante ni duradero; y si los hay, serán frutos aparentes, que se evaporan como la niebla mañanera.
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