Solemnidad del Courpus Christi, Ciclo B.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Mc 14,12-16.22-26

El texto seleccionado incluye los preparativos para la cena, en que Jesús aparece –como en la entrada en Jerusalén– gobernando y dirigiendo los acontecimientos, y el relato de la institución de la Eucaristía, en el que Jesús realiza anticipadamente el gesto de donación de su propia vida que llevará a cabo al día siguiente en la cruz. La mención en el último versículo del camino hacia el monte de los Olivos apunta hacia lo trágicamente real de ese gesto.

Comer nuestra redención

«Esto es mi cuerpo...» Ante todo, la fiesta de hoy nos debe hacer cobrar una conciencia más intensa de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. El cuerpo significa la persona entera. Cristo está presente con su cuerpo glorioso, con su alma humana, con su personalidad divina. ¿Somos de veras conscientes de que en cada sagrario hay un hombre viviente, infinitamente más real que todos nosotros? ¿Qué me es más real, la presencia de las demás personas humanas o la presencia de Cristo en la Eucaristía? ¿Soy consciente de tener en el Sagrario a Dios con nosotros, a mi disposición, esperándome eternamente?
«...que se entrega por vosotros». Sin embargo, la presencia de Cristo en la Eucaristía no es inerte ni pasiva. Cristo vive apasionadamente en la Eucaristía su amor infinito por nosotros, su entrega sin límites por cada uno. El amor manifestado en la cruz perdura eternamente; no ha menguado; por el contrario, es ahora más intenso. Y se hace especialmente presente y eficaz en cada celebración de la Eucaristía. Y eso «por vosotros y por todos los hombres», por cada uno de todos los hombres, por los que fueron, son y serán.
«...para perdón de los pecados». Cristo sabe muy bien por quién y a quién se entrega; por hombres que son pecadores. Pero para esto ha venido precisamente, para quitar el pecado del mundo. Cristo en la Eucaristía anhela borrar nuestro pecado y hacernos santos. Para eso se ha entregado. Y para eso se queda en la eucaristía, para ser alimento de pecadores. Y nosotros necesitamos acudir con ansia y comer y beber nuestra redención.





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