XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Mc 10,2-16

Todo aquello que configura la vida de cada persona no es ajeno al seguimiento de Cristo. Es lo que sucede con la realidad del matrimonio que encontramos en el evangelio del domingo vigésimo séptimo (10,2-16). En realidad, al rechazar el divorcio lo que hace Jesús es remitir al proyecto originario de Dios (1ª lectura: Gen 2,18-24). Él viene a hacer posible la vivencia del matrimonio tal como el Creador lo había pensado y querido «al principio».

Una sola carne

La Buena Noticia que es el evangelio abarca a toda la existencia humana. También el matrimonio. Pero, como siempre, Cristo va a la raíz. No se trata de que el evangelio sea más estricto o exigente. Si Moisés permitió el divorcio, fue «por la dureza de vuestros corazones», es decir, como mal menor por el pecado y sus consecuencias.
Cristo manifiesta que los matrimonios pueden vivir el plan de Dios porque viene a sanar al ser humano en su interior, viene a dar un corazón nuevo. Cristo viene a hacerlo nuevo. Al renovar el corazón del hombre, renueva también el matrimonio y la familia, lo mismo que la sociedad, el trabajo, la amistad... todo. En cambio, al margen de Cristo sólo queda la perspectiva del corazón duro, irremediablemente abocado al fracaso. Sólo unidos a Cristo y apoyados en su gracia los matrimonios pueden ser fieles al plan de Dios y vivir a la verdad del matrimonio: ser uno en Cristo Jesús.
«Carne» en sentido bíblico no se refiere sólo al cuerpo, sino a la persona entera bajo el aspecto corporal. Por tanto, «ser una sola carne» indica que los matrimonios han de vivir una unión total: unión de cuerpos y voluntades, de mente y corazón, de vida y de afectos, de proyectos y actuaciones... Jesús insiste: «ya no son dos». La unión es tan grande que forman como una sola persona. Por eso el divorcio es un desgarrón de uno mismo y necesariamente es fuente de sufrimiento. Pero, por lo dicho, se ve también que un matrimonio vive como divorciado, aunque no haya llegado al divorcio de hecho, si no existe una profunda unión de mente y corazón entre los esposos.