II Domingo de Cuaresma , Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Dejarnos seducir por Cristo
Lc 9,28-36

Introducidos en el camino cuaresmal, la Iglesia nos presenta hoy a Cristo en su transfiguración: Un acontecimiento indescriptible, pero que pone de relieve la hermosura de Cristo –«el aspecto de su rostro cambió sus vestidos brillaban de blancos»– y el enorme atractivo de su persona, que hace exclamar a Pedro «¡Qué hermoso es estar aquí!».
Todo el esfuerzo de conversión en esta Cuaresma sólo tiene sentido si nace de este encuentro con Cristo. Pablo se convierte porque se encuentra con Jesús en el camino de Damasco (Hch 9,5). Pues, del mismo modo, nosotros no nos convertiremos a unas normas éticas, sino a una persona viviente. De ahí las palabras del salmo y de la antífona de entrada: «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro». Se trata de mirar a Cristo y de dejarnos seducir por él. De esta manera experimentaremos, como Pablo, que lo que nos parecía ganancia nos parece pérdida (Fil 3, 7-8) y la conversión se obrará con rapidez y facilidad.
Y, por otra parte, la transfiguración nos da la certeza de que nuestra conversión es posible: «Él transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo». Si la conversión dependiera de nuestras débiles fuerzas, poco podríamos esperar de la Cuaresma. Pero el saber que depende de la energía poderosa de Cristo nos da la confianza y el deseo de lograrla, porque Cristo puede y quiere cambiarnos.