II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Por amor de Sión
Is 62,1-5; Sal 95; Jn 2, 1-11

Fuera ya del tiempo de Navidad, la liturgia de hoy todavía se detienen a saborear algo de lo que en ese tiempo se nos ha dado. El Evangelio nos habla de un misterio nupcial: «había una boda». Cristo aparece como el Esposo que celebra el festín de las bodas con la Esposa, la Iglesia, cuyo modelo es María –«la mujer»–. En efecto, la liturgia de Navidad nos ha hecho contemplar el misterio de la encarnación como los desposorios del Verbo con la humanidad.
A la luz del evangelio, la primera lectura expresa este amor apasionado de Cristo por su Iglesia, a la que anhela embellecer y adornar con su propia santidad: «por amor de Jerusalén, no descansaré hasta que rompa la aurora de su justicia». La Iglesia, antes abandonada y devastada, ahora es la «Desposada». El amor de Cristo, lavándola y uniéndola consigo, la ha hecho nueva: «Te pondrán un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor». Más aún, la ha engalanado, depositando en ella sus propias gracias y virtudes, la ha colmado de una gloria que es visible para todos los pueblos.
El salmo 95 –típico del tiempo de Navidad– canta estas maravillas obradas en la Iglesia Esposa, invitando a «toda la tierra» a unirse a su alabanza. Es un himno exultante: «Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones», pues la gloria de la Iglesia le viene de su Esposo. «Cantad al Señor un cántico nuevo», pues la Iglesia que ha sido renovada por la gracia de la Navidad es capaz de cantar de manera nueva.