III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Los ojos fijos en Él
Lc 1,1-4; 4,14-21

El texto de hoy nos presenta a Jesús en la Sinagoga proclamando la palabra divina. «Todos tenían los ojos fijos en él». Esta actitud de los presentes ilumina de manera elocuente cuál ha de ser también nuestra actitud. Puesto que Cristo «está presente en su palabra» y «cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Él mismo quien habla» (Sacrosanctum Concilium 7), no tiene sentido una postura impersonal. Sólo cabe estar a la escucha de Cristo mismo, con toda la atención de la mente y del corazón, pendientes de cada una de sus palabras, «con los ojos fijos en él».
«Hoy se cumple esta Escritura». La palabra que Cristo nos comunica de manera personal en ese diálogo «de tú a tú» es además una palabra eficaz; o sea, que no sólo nos comunica un mensaje, sino que por su propio dinamismo «realiza aquello que significa o expresa» (Is 55,11). Si escuchamos con fe lo que Cristo nos dice, experimentaremos gozosamente que esa palabra se hace realidad en nuestra vida. Hoy y aquí, en la proclamación eficaz de la liturgia, se cumple esta Escritura.
«Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres». Esta palabra de Cristo es siempre evangelio, buena noticia. Pero sólo puede ser reconocida y experimentada como tal por un corazón pobre. El que se siente satisfecho con las cosas de este mundo no capta la insondable riqueza de la palabra de Cristo ni experimenta su dulzura y su consuelo (Sal 19,11). Las riquezas entorpecen el fruto de la palabra (Mt 13,22). Sólo el que se acerca a ella con hambre y sed experimenta la dicha de ser saciado (Mt 5,6).