XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



El gozo de la esperanza
Lc 20,27-38

El texto evangélico de hoy quiere recordarnos algo tan central en nuestra fe como es la resurrección de los muertos. Se trata de algo tan fundamental, de una realidad tan conectada al misterio de Cristo, que san Pablo puede afirmar: «Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado» (1 Cor 15, 13.16). Y es que Dios es un Dios de vivos, el Dios vivo y fuente de vida. El que realmente está unido a él no permanece en la muerte, ni en la muerte del pecado ni en la muerte corporal.
Esta esperanza en la resurrección nos libra del miedo a la muerte. Cristo ha venido a «liberar a los que por miedo a la muerte pasaban la vida como esclavos» (Hb 2,15). La muerte es como un paño oscuro que cubre la humanidad cerrando todo horizonte (Is 25,7). Pero Cristo ha descorrido ese paño y ha abierto la puerta de la luz y la esperanza, de manera que la muerte ya no es un final. La primera lectura nos muestra cómo el que cree en la resurrección no teme la muerte; al contrario, la encara con valentía y la desafía con firmeza triunfal. «¿Dónde está, muerta, tu victoria?» (1 Cor 15,55).
Esta certeza de la resurrección es el «consuelo permanente» y la «gran esperanza» que Dios ha regalado precisamente porque «nos ha amado tanto» (segunda lectura). Frente a la pena y aflicción en que viven los que no tienen esperanza (1 Tes 4,13), el verdadero creyente vive en el gozo de la esperanza (Rom 12,12). A la luz de esto hemos de preguntarnos: ¿Cómo es mi esperanza en la resurrección? ¿Qué grado de convicción y certeza tiene? ¿En qué medida ilumina y sostiene toda mi vida?