Domingo II después de Navidad, Ciclo B

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



La luz verdadera
Jn 1,1-18

«La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre». Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Luz. «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (GS 22). Sólo en Cristo cobra sentido la vida de todo hombre. Pues bien, cuando vemos a nuestro alrededor tantos hombres y mujeres destruidos, ¿cómo permanecer tranquilos habiendo venido el Redentor? ¿Qué estamos haciendo con la luz de Cristo, la que el mundo necesita, la única que redime?
Juan «venía como testigo para dar testimonio de la luz». ¡Qué hermosa expresión del ser cristiano! «No era él la luz, sino testigo de la luz». La Luz es Cristo y sólo Él. Pero el mundo necesita testigos de la Luz para creer en la Luz. Y a nosotros se nos ha dicho: «vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14). El mundo necesita la luz de Cristo y nos necesita a nosotros como testigos de la luz. Necesita nuestra vida transfigurada por la luz de Cristo, luminosa con la luz que proviene de Él, reflejándole a Él en cada palabra, en cada gesto.
«Vino a su casa y los suyos no le recibieron». Ésta es la tragedia, la única tragedia: no recibir a Cristo, sofocar la luz. Una Navidad más los hombres pueden rechazar a Cristo. También nosotros podemos rechazarle. Si permanecemos en nuestra comodidad, si no nos arranca de nuestros esquemas, habremos rechazado a Cristo. «Los suyos no le recibieron». No le recibieron los que oficialmente pertenecían al pueblo de Dios, al Pueblo santo, al Pueblo de las promesas. Y podemos no recibirle nosotros que pertenecemos al nuevo pueblo de Dios, oficialmente cristianos. Es preciso renovar ahora, más que nunca, la actitud de conversión para que esta Navidad no pase ni pena ni gloria, para que Cristo venga a su Casa y pueda disponerlo todo a su gusto