Mt. 28, 1-10:
Ha resucitado y os precede a GalileaAutor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti
Lecturas:
a.- Gn. 1,1-31; 2,2,1: Vio Dios que todo era muy
bueno
b.- Gen. 22,1-18: El sacrificio de Abraham
c.- Ex. 14,15; 15,1: El paso, del Mar rojo.
d.- Is. 54,5-14: Con misericordia eterna te amé.
e.- Is. 55,1-11: Sellaré con vosotros alianza eterna.
f.- Bar. 3,9-15.32; 4,4: Camina a la luz del Señor.
g.- Ez. 36,16-28: Os daré un corazón nuevo.
h.- Rm. 6,3-11: Incorporados a Cristo por el Bautismo.
j.- Evangelio:
k- Ciclo A: Mt. 28, 1-10: Ha resucitado y os precede a Galilea
l.- San Juan de la Cruz:
“Y así, en este levantamiento de la Encarnación de su Hijo y de la gloria de su
Resurrección según la carne, no solamente hermoseó el Padre las criaturas en
parte, mas podremos decir que del todo las dejó vestidas de hermosura y
dignidad.”(CB 5,4).
Sábado Santo, la Iglesia está en silencio, en espera, pone sus ojos en
la Madre dolorosa, la Virgen del Calvario, que vio morir el fruto de sus
entrañas.
Las lecturas de la vigilia de Pascua recorren toda la historia de la salvación,
para centrarse finalmente en la obra salvífica de Cristo. La obra de la
creación, fruto de sus manos, de la inmensa libertad de Dios para crear todo,
solo por gracia: “Y vio Dios que todo lo que había hecho: y era muy bueno”
(Gen.1, 31). Si bien el pecado de los primeros padres arruinó en cierta manera
el plan de Dios, inmediatamente lo restaura con la promesa de un redentor (Gén.
3,15). La figura de Abraham, nos es propuesta como modelo de fe y confianza en
Dios. Por obedecer el mandato divino está dispuesto a ofrecer en sacrificio a
Isaac, su hijo, pero la voz del ángel lo rescata de la muerte, Jesús no fue
liberado de ella pero al tercer día resucita glorioso. Sigue la historia de
Israel que es liberado de la esclavitud en Egipto y el paso del Mar Rojo hacia
libertad. Símbolo del Bautismo, liberación del pecado y paso de la muerte a la
libertad de los hijos de Dios.
El misterio pascual de Cristo, es el motivo central de esta celebración, que el
Bautismo actualiza en cada cristiano. En su muerte fuimos sumergidos para andar
en vida nueva, pasamos del estado de rebeldía al estado de obediencia de
Jesucristo al Padre (Rm. 6, 4). De ahí la importancia de la liturgia bautismal
en la vigilia pascual: bendición del agua, renovación de las promesas
bautismales y el bautismo propiamente de los catecúmenos. La celebración de la
Pascua es el paso de la muerte a la vida, iniciado en nosotros por el bautismo,
pero actualizado día a día por el Espíritu Santo, para quien vive atento a lo
interior.
La resurrección de Cristo, es un acontecimiento estrictamente sobrenatural, es
decir, de fe. Nadie lo vio, más aún, nadie podía verlo. En la versión de Mateo,
las mujeres parecieran ser testigos de la resurrección. Van al sepulcro, no a
ungir el cuerpo de Cristo, como en los otros relatos, sino a ver el cuerpo, como
si esperaran la resurrección, si bien el texto no lo dice. Es el único que
menciona el tema de los guardias a las afueras del sepulcro (Mt. 27, 62-66),
menciona el terremoto, que provoca la aparición del ángel, con ello el autor
quiere describir lo indescriptible.
Es el ángel quien anuncia que el sepulcro está vacío, pero, para el evangelista,
las protagonistas del relato son las piadosas mujeres, no el sepulcro vacío;
ellas son las anunciadoras y mensajeras de la resurrección a los tímidos
discípulos. Es común en estos relatos el temor reverente ante tan magno
acontecimiento sobrenatural, pero este sentimiento, se une a la alegría, al
gozo, la exultación, tan propia de las apariciones de Jesús resucitado. El
encuentro del Maestro con ellas (Mt. 28, 9-10), es toda una invitación al gozo,
ellas le adoran, postradas, y reciben la misión de anunciar a los discípulos,
“sus hermanos” (v.10), que vayan a Galilea, “allí le verán” (v.10).
Ha comenzado la nueva creación con el alba de la resurrección de Cristo Jesús,
somos sus hermanos desde ahora por su misterio pascual y nosotros lo vivimos
desde la conciencia que tenemos de ser bautizados.
San Juan de la Cruz, nos habla de la cristificación del mundo, desde la
Encarnación y Resurrección, renueva su dignidad no sólo el hombre sino todas las
criaturas salidas de la mano blanda del Padre. En ellas dejó la huella de su
paso, el aliento de vida, que sostiene su obra hasta hoy.