Solemnidad de la Santísima Trinidad
San Marcos 9, 2-13: Los propósitos de la oraciónAutor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD
Lecturas:
a.- Ex. 34, 4-6. 8-9: Señor, Dios compasivo y
misericordioso.
b.- 2Cor. 13, 11-13: Saludo en nombre de Dios Uno y Trino.
c.- San Marcos 9, 2-13: Los propósitos de la oración
d.- San Juan de la Cruz: “En ti solo me he agradado,¡Oh vida de vida mía!.Eres
lumbre de mi lumbre, eres mi sabiduría, figura de mi sustancia, en quien bien me
complacía. Al que a ti te amare, Hijo, a mí mismo le daría, y el amor que yo en
ti tengo ese mismo en él pondría, en razón de haber amado a quien yo tanto
quería” (Romance sobre el evangelio In principio erat Verbum acerca de la
Santísima Trinidad).
Esta primera lectura es la conclusión de la primera alianza, entre
Yahvé y su pueblo. Hay que tener en cuenta los capítulos 19, llegada al Sinaí y
el 24, ratificación de la alianza sinaítica, sin olvidar el 33, sobre el
alejamiento y cercanía de Dios, por la rebeldía del pueblo y orden de partida a
la tierra prometida.
¿Cómo Israel, puede seguir siendo el pueblo de Dios, lejos del Sinaí, con una
actitud que pone en duda su fe, alejada por su infidelidad, de la observancia de
la ley?
De su respuesta depende el renacer de la alianza, sin que sean obstáculo el
lugar, las tablas de la ley destruidas y la situación del pueblo. Dios no vive
sólo en el Sinaí, las tablas pueden ser escritas nuevamente, el verdadero lugar
de la alianza es la misericordia de Yahvé, que se manifiesta en el hombre que lo
busca y le presenta su situación concreta. Dios, permaneciendo en su misterio
inaccesible y el pueblo siempre alejado de él, se acerca, sin embargo, en
cualquier momento y situación por medio de hombres carismáticos, profetas y
santos. Moisés, que sube al monte representa a todos los futuros mediadores.
Como Dios no puede ser visto por ninguno, pasa cerca de Moisés, revelando sus
atributos de compasión misericordia, clemencia y lealtad, como Aquel que perdona
el pecado y exige justicia. Estos atributos divinos, son la impronta de su ser y
de su presencia, señales presentes en el cotidiano de la vida del creyente y de
la historia de la humanidad. El hombre, deberá reconocer su carencia y pecado de
no siempre poner por obra la alianza: amar a Dios y al prójimo. Esto no impide
que sienta la atracción de cumplirla en la medida de sus fuerzas y capacidades,
volver a la alianza para renovarla impulsado por el amor de Dios. La alianza se
ha constituido en el espacio donde Dios y el hombre dialogan y se aman en recia
fidelidad y creciente amor.
El apóstol se despide de sus amados hijos de Corintio. Toda una exhortación a
vivir la santidad como estado de perfección: teniendo los mismos sentimientos de
Cristo Jesús, cultivando la paz, se nos asegura que el mismo Dios de la paz
estará con nosotros.
Lo primero que destaca al cristiano es la alegría, signo de los tiempos
mesiánicos, con carácter eminentemente social, es decir, la comunión entre los
miembros del Cuerpo de Cristo. Compartir y el congraciarse serán parte del
patrimonio cristiano (1Cor.12, 26), considerándose el mismo Pablo, colaborador
del gozo de sus hermanos, porque permanecen firmes en la fe (2Cor. 1, 24). Todos
podemos colaborar en el hacer de nuestras asambleas litúrgicas, una verdadera,
comunidad eclesial, animada por el amor y la paz de Dios.
Es el Amor quien mueve al Padre a enviar a su Hijo al mundo para el que crea
tenga vida eterna. Su Hijo, trae la salvación al mundo para que se salve. No hay
juicio para quien cree en el Hijo, porque lo amará y hará la voluntad del que lo
envió; no así para el que no cree, ya esta juzgado en el amor del Padre, hecho
hombre, para la salvación del mundo.
El Hijo del hombre, figura misteriosa, unida inseparablemente al juicio, pero al
que antecede un destino glorioso (Dt.7). Este Hijo del hombre es la experiencia
inmediata a Dios, Aquel que ha venido de lo alto y a regresado a su Padre
(3,11-15), es la máxima manifestación de su amor: Dios ha amado al mundo, con la
intención que se salve del pecado, por medio de su Hijo, para hacerlo conocer
(Jn. 1,18) y a través de este conocimiento, alcanzar la vida eterna (Jn. 17, 3).
Si bien queda claro, que Jesús no vino a condenar, sino a salvar, el juicio del
que habla este evangelio, no se refiere al que vendrá en el último día, sino
que, ese futuro se hace actual en la fe. Aquel que no cree ya está juzgado, por
no haber creído en el Hijo de Dios, enviado del Padre, como máxima expresión y
manifestación de su amor. Se pone de relieve la fe y el “aquí y ahora”: el
juicio ya comenzó a través de sus actos y las decisiones que toma para su vida
pueden ser de luz o de tinieblas, de fe o de incredulidad, etc. El hombre está
por Dios o contra Dios es la decisión que debe tomar cada persona que viene a
este mundo y que está a la raíz de la redención y salvación que trae consigo
Cristo Jesús (Jn. 8, 12). De esta forma los que siguen a Cristo caminan en la
luz y los que lo rechazan, rechazan también al que lo envió, es decir al Padre,
y por lo mismo permanecen en las tinieblas. La decisión está a las puertas de la
vida y de la muerte, de la luz y de las tinieblas ¿qué escoges? Si el Padre nos
escogió en su Hijo, para abrir su comunión, participemos de su vida, de su luz,
de su amor para siempre.
Esta selección de versos de uno de los romances de San Juan de la Cruz, nos
describen esa misma vida de amor y gozo que vive la Santísima Trinidad, la
comenzamos a vivir en lo interior, si somos conscientes de nuestra condición
bautismal, es decir, saber que somos auténticos hijos de Dios y como tales
debemos vivir.