Mc. 10, 46-52:
Curación del cielo Bartimeo.

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD

 

 

Lecturas: 

a.- 1Pe 2, 2-5. 9-12: Vosotros sois nación consagrada.
b.- Mc. 10, 46-52:Curación del cielo Bartimeo.
c.- San Juan de la Cruz: “ En la noche dichosa/ en secreto que nadie me veía, /ni yo miraba cosa, / sin otra luz y guía/ sino la que en el corazón ardía. Aquésta me guiaba/
más cierta que la luz de mediodía/ adonde me esperaba/ quien yo bien me sabía en parte donde nadie parecía” (Poesía V En una noche oscura).

La regeneración dada por el Bautismo, es vida nueva simbolizada por el vestido, revestirse de Cristo, vida nacida del amor y para el amor de Dios Padre. Los pecados son la negación misma del amor y por ello, la imagen de la leche espiritual, es la fuerza que posee el cristiano para vencer el pecado, es decir, la gracia que viene de Jesucristo.
Él es la piedra viva, sobre la que construye la comunidad, el edificio espiritual, labor de la que el cristiano está llamado por Cristo a ser piedra viva. Desde la resurrección posee la vida en plenitud y por lo mismo puede comunicarla a los cristianos para que se constituyan en piedras vivas de su Iglesia. Con esta imagen Pedro, presenta la comunidad eclesial, como nuevo templo, construido con piedras vivas y los sacrificios ahí ofrecidos son espirituales. La Iglesia pasa a ser el nuevo pueblo de Dios y pasan a ella algunas de las características del antiguo Israel: pueblo elegido (Is. 43, 20-21); sacerdocio real (Ex. 19, 6; Is. 61,6); nación santa (Ex.19, 6). La elección divina de la que Israel parecía tener la exclusividad, pasa a los cristianos. Pasan a participar y entrar en el ámbito de las promesas divinas (Col. 3, 12; Tit. 1,1). La realeza en Israel era representada por algunos, ahora esa realeza era para todos los miembros del pueblo de Dios, que pueden acercarse directamente a Dios. A la hora del sacrificio no deberán estar a la puerta, mientras el sacerdote entraba en el santuario, ahora, viven el sacerdocio común de los fieles al ofrecer como pueblo el sacrificio, muy unidos a Dios hasta participar del reino de Dios (Ap. 1,6; 5,10; Mt. 19, 28). El nuevo pueblo es nación santa porque nace de Dios y vive para ÉL; exactamente como debía haber hecho Israel, pero no lo hizo. Pueblo adquirido (Is. 43, 21) que nadie le podrá arrebatar (Jn. 10, 28). Si bien, Israel fue llamado primero, Dios había anunciado por Oseas, que llamaría su pueblo a aquel que en el pasado no había sido tal por su conducta (cfr. Os.1, 6- 9; 2, 3. 25). La vida de los cristianos finalmente, debe ser un testimonio claro y coherente, frente a aquellos que los calumnian, como ciudadanos del cielo, no deben descuidar los deberes de la tierra, pudiendo convertirlos con sus buenas obras hasta puede que alaben a Dios el día del juicio final o el día de la Visita (v.12)
De Jericó a Jerusalén, ese es el viaje que hace Jesús. La ciudad santa, donde está el templo y sus autoridades religiosas y políticas, lugar geográfico para Marcos, pero también lugar teológico.
El Maestro va camino de la muerte, con conocimiento de causa, los que lo siguen, aunque sin comprender mucho, sienten miedo de lo que vendrá (cfr. 10, 32). Con el tercer anuncio, el evangelista va delineando lo que significa seguir a Jesús. La curación del ciego, es presentado como modelo de oración valiente y perseverante a pesar de las amonestaciones que recibe de callarse, exclama: “Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!” (vv. 47-48). El ciego va al encuentro de Jesús y lo llama Hijo de David, a su vez Jesús, lo llama y los que lo acompañan le dicen te llama “y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús” (v. 49). Las veces que se usa la palabra llamar, indica el seguimiento a que están convocados lo que le acompañan, en particular los apóstoles. Con el mismo ánimo de ese ciego de acudir al llamado de Jesús, así deben seguirle los que quieran acompañarle a Jerusalén. Finalmente, luego de interrogarle, Jesús le concede la vista al ciego, su fe lo ha conseguido, ahora no sólo puede ver, sino que seguir a Jesús. El grito de Hijo de David que pronuncia el ciego, es un anuncio de la entrada triunfal de Cristo, en la ciudad que mata a los profetas. La luz que guía alma en la noche es la fe, enseña el místico en su poema, la misma que ardía en el corazón del ciego Bartimeo. A la ceguera espiritual podemos agregar ir como sin rumbo por la vida, que es más grave todavía. El ciego buscó y encontró a Jesús, pero la fue la fe la que lo guió hasta ÉL, luz para sus ojos, camino que seguir.