Mt. 5, 27-32:
No cometerás adulterio.Autor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD
Lecturas:
a.- 1Re.19, 9. 11-16: Aguarda al Señor en el monte.
b.- Mt. 5, 27-32: No cometerás adulterio.
c.- S. Juan de la Cruz: “Éntrese en su seno y trabaje en presencia del Esposo,
que siempre está presente, queriéndola bien” (D 94).
La segunda y tercera de las antítesis se refieren al adulterio y al
divorcio (vv. 27. 32). Es la nueva ley del reino que Jesús desciende a explicar
con casos concretos. Jesús, confirma la fidelidad conyugal en el amor. Declara
inmoral no sólo el adulterio consumado sino también el adulterio de deseo o en
el corazón. A diferencia de los maestros de la ley, que separaban la intención
de la acción, Jesús interioriza la ley: el deseo es como la acción.
Respecto al divorcio, afirma la indisolubilidad del vínculo matrimonial
volviendo su mirada a la voluntad del Creador, lo que fue desde el principio,
anulando la tolerancia de los maestros y escuelas acerca de la ley mosaica. El
matrimonio indisoluble que defiende Jesucristo, devuelve la dignidad a la mujer
y establece los derechos y deberes al varón respecto de su esposa, en igualdad
de términos. Ambos poseen la misma dignidad dada por Dios Creador desde el
principio. El varón gozaba de todos los privilegios respecto el libelo de
repudio: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta
mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada,
le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su
casa” (Dt. 24, 1). Jesús, hace que hombre y mujer sean responsables del
matrimonio vivido en perfecta fidelidad.
De este modo Jesús, va desarmando o desarticulando la casuística rabínica,
contraponiendo cumplimiento externo y actitudes interiores. Descalifica la
casuística del cumplimiento de la letra, mientras que ÉL apunta al espíritu de
la ley, una observancia fundada en el amor, lo que trae la plenitud de la ley.
En el fondo Jesús prepara al cristiano a guardar su palabra evangélica, no como
mera observancia de fidelidad legalista a un código de normas y leyes. La vida
cristiana y la moral inspirada en ella, es mucho más que eso: es la vivencia de
la fe que informa toda la realidad del hombre y de la mujer que han adherido al
evangelio de Jesucristo, es una respuesta personal al don que nos ha hecho el
Padre al llamarnos a ser parte de su Reino. Fuimos llamados a la fe, para ser
auténticos hijos de Dios y no esclavos de la letra.
El místico exhorta a reconocer a Cristo Jesús, como el único Esposo del alma
cristiana. Tanto los consagrados en la vida matrimonial, como en la vida
religiosa, poseen a Jesucristo, como único esposo de su compromiso si lo miramos
desde el Bautismo hasta el compromiso personal que desde la fe hemos adquirido
con ÉL, en su Iglesia, como testimonio de fe en la sociedad, prolongación en
ella del misterio de Cristo, esposo de la Iglesia y modelo de consagración a
Dios Padre.