Mt 7, 21-27:
La casa edificada sobre roca o sobre arena.Autor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD
Lecturas:
a.- Dt. 11, 18. 26-28: Mirad: os pongo delante maldición y bendición
b.- Rm. 3, 21-25. 28: El hombre es justificado por la fe.
c.- Mt. 7, 21-27: La casa edificada sobre roca o sobre arena.
d.- S. Juan de la Cruz: “Siempre el Señor descubrió los tesoros de su
sabiduría y espíritu a los mortales; mas ahora que la malicia va descubriendo
más su cara, mucho los descubre” (D 1).
Respetando la libertad del hombre, este texto, nos enseña el valor de la
fidelidad, el cumplimiento de los
mandamientos, es decir, de la alianza y como ello se traduce en bendición para
el hombre justo. En cambio, es maldición para el hombre, abandonar la alianza,
es decir, el cumplimiento de los mandamientos y postrarse ante los ídolos de lo
paganos. Yahvé se hace garante del orden establecido por la alianza, hace
justicia al que es fiel como al infiel.
La alianza era celebrada y actualizada en el culto, donde se proclamaban las
bendiciones y las maldiciones (Dt. 11, 29; Jos. 8, 32-35) que terminaban con la
renovación de la alianza (Dt. 27-28). El pueblo debe elegir entre la bendición y
la maldición, se narran sus consecuencias (Dt. 11, 16ss; 11, 22-25). En la
predicación de la ley se insistía en la obediencia y en el compromiso del pueblo
con ella, pero también se hablaba de las sanciones o maldiciones, como parte
integrante de la alianza. El teólogo deuteronomista constata que hay dos caminos
y dos modos de existencia: el camino de la felicidad y el camino de la
desgracia. La palabra de la ley, si se observa, produce felicidad, no observarla
trae desgracia. La primera produce vida, para el
hombre que es fiel a la alianza, y su existencia, es de felicidad. En
cambio, el segundo camino produce muerte (Dt. 30, 15-20).
Ambas categorías son en la mentalidad del autor, dos modos de existencias en
sentido teológico de salvación y perdición. Por medio de ellas se habla de la
justicia y fidelidad de Dios. Es la opción de vida que tiene un sentido y de la
que no lo tiene; la primera es vida de fe, la otra, es muerte en vida. Son
categorías que el hombre justo y el pueblo las vive y comprende en un contexto
de alianza.
Pablo, se dirige a judíos y gentiles, todos pecaron, ahora son justificados por
la sangre preciosa de Cristo muerto y resucitado, por la fe, el hombre desde
ahora es justificado, independiente de las obras de la ley. La vida verdadera
viene de la resurrección de Jesucristo, se acaba la autosuficiencia de pensar
que porque observo con toda perfección la ley, estoy justificado, obteniendo la
plenitud humana con los propios medios, sin aceptar la salvación ofrecida por
Dios en su Hijo. Es el triunfo de la fe en Cristo, por sobre el de las obras,
pensado que cerrándose sobre sí mismo, puede alcanzar la justificación. El
acontecimiento de Cristo resucitado es un ofrecimiento universal, más allá de
toda religión.
El criterio que pone Jesús, para ser reconocido en el juicio final es haber
hecho la voluntad del Padre en su vida. A Jesús se le denomina Señor a partir de
su resurrección (Hch. 2, 36), Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19,16),
mientras estuvo en la tierra fue también Señor pero humilde y escondida su
gloria, con una obediencia incondicional a Dios. Las palabras que pronuncia como
Juez, declaran la pertenencia al Reino, la obediencia y sumisión a Dios, no
existen sin el cumplimiento de su voluntad. La pertenencia exige coherencia y
obrar como siervo, aceptando y cumpliendo la voluntad de su Señor, reconociendo
la autoridad de Dios y reconociendo las obligaciones como servidor.
Los siervos, pueden pedir reconocimiento de todo lo que han hecho por su Señor,
pero quizás no han hecho la voluntad de Dios en sus vidas. Han hecho cosas por
el Señor que nadie discute, pero no han hecho lo que ÉL les inspiraba obrar y
por lo tanto, se han llenado de obras que a la hora de la verdad no les servirán
de nada. El autor puede estar pensando en el orgullo de los fariseos respecto de
sus obras, que Cristo condenó, un pasarle la factura a Dios con una excesiva
autosuficiencia y confianza en sí mismos. La gloria es sólo de Dios y el peligro
está en que a mayor gloria propia mayores obras, por el mayor conocimiento
humano e intelectual que se tiene de Dios. Peligro serio si se toma en cuenta
las consecuencias. Escuchar la palabra de Dios y ponerla por obra es de hombre
sabio, que construye su casa sobre roca. Quien escucha pero no pone en práctica
lo escuchado, es hombre necio, que construye su casa sobre arena. Ambas casas
son iguales, pero la tempestad las prueba, las diferencian también: una
permanece, la otra cae, así será el día del juicio final: unos ingresarán a la
vida, otros serán excluidos de ella para siempre.
Toda la vida cristiana es un llamado a la sabiduría que el Espíritu Santo nos concede en el conocimiento de Cristo, si permanecemos unidos por la oración a quien nos salvó y nos hizo hijos de Dios. Sabiduría cristiana que se consigue a pulso con el Espíritu en la oración constante, don y responsabilidad nuestra será aplicarla a la vida diaria, gloria de Dios los frutos que de la atenta escucha de la Palabra se obtengan de ella en la existencia del orante.