Mc. 6, 45-52:
Jesús camina sobre las aguas.Autor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD
Lecturas:
a.- 1 Jn. 4, 11-18: El amor perfecto expulsa el
temor.
b.- Mc. 6, 45-52: Jesús camina sobre las aguas.
Si nadie visto a Dios jamás, ¿cómo podremos estar seguros de vivir en
comunión con Dios? Cuestión que exige una respuesta acertada. La respuesta la da
en apóstol Juan: fe en Jesucristo y amor entre los hermanos de una misma fe.
“Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos
a otros. A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.” (vv.
11-12). A este criterio se une otro a tener en cuenta: el amor expulsa el temor
de nuestra vida. “No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el
temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud
en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero.” (vv. 18-19). El
Espíritu de Dios, nos ha hecho hijos de Dios, no poseemos un espíritu de
esclavos, o de temor sino de amor.
Esta es otra de las manifestaciones de Jesús: camina sobre las aguas, causa de
pavor entre los apóstoles que lo ven como un fantasma. “Pero él, al instante,
les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis.» Subió entonces donde
ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente
estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba
embotada.” (vv. 50-52). El temor los domina y esto porque su amor por el Señor,
es muy débil todavía. La sanación de nuestros miedos pasa por abrirnos a la
libertad de los hijos de Dios, es decir, al amor y a la confianza de saber que
ÉL nos ama en su Hijo. Al miedo se une la búsqueda de seguridad, lo que
evidentemente nos limita doblemente. Nos falta entregarnos a la libertad del
amor gratuito de Dios manifestado en Cristo Jesús y dejar que este Amor nos
guíe, acompañe, sostenga nuestras acciones y las fecunde con el suave rocío de
su gracia. Debemos mantener clara la idea de saber que como cristianos hemos
sido creados por amor y para amar y ser amados. En Cristo, sacramento del
encuentro con Dios, encuentra el hombre la manifestación de Dios. Se hace
hombre, se revela en busca del hombre, para recibir una respuesta suya,
respuesta que esté a la altura de la vocación que tiene en Cristo: la unión con
Dios. Sólo el amor puede dar valor a esa respuesta, porque Dios nos amó primero
en Cristo Jesús.