San Marcos 14,12-16.22-26:
Tomad este es mi Cuerpo.Autor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD
Lecturas:
a.- Ex. 24,3-8: Esta es la sangre del pacto que el
Señor hace con nosotros
b.- Heb. 9, 11-15: Cristo mediador de una nueva alianza.
c.- Mc. 14,12-16.22-26: Tomad este es mi Cuerpo.
La fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, es un eco del misterio pascual
de Cristo que celebró el jueves la Cena, donde nos dejó su Cuerpo y Sangre,
entregado por nosotros; alianza nueva y eterna, sellada no con sangre de
animales sino la de Cristo Jesús. La celebración de la comunidad eclesial es
pura obediencia a Jesús que nos mandó repetir este gesto hasta que vuelva al
final de los siglos. La primera lectura nos recuerda el rito de la primera
alianza hecha por Yahvé con Moisés y su pueblo. Pacto sellado por la
santificación de lo escrito, es decir, lo mandado por el Señor, alo que el
pueblo responde, que obedecerá todo lo mandado (vv. 3. 7). Rociar al pueblo con
la sangre de los novillos, será la confirmación externa, celebración de una
alianza que Yahvé hace con su pueblo elegido. El autor de la carta a los
Hebreos, nos sitúa en el santuario del cielo, donde Cristo entró, con su propia
sangre, y consiguió el rescate definitivo del hombre del pecado y de la muerte
eterna. Efecto de esta ofrenda es la purificación de la conciencia de las obras
muertas, pues efectivamente dar culto vivo a Dios con su propia existencia. Él
es el mediador de la Nueva alianza, que borra las trasgresiones de la antigua
ley, para alcanzar la herencia eterna que nos ha prometido. El evangelio nos
presenta los preparativos para celebrar la cena pascual con el encargo de
preparar el lugar, el piso, los divanes, etc., todo esto para cumplir el rito de
Moisés estableció para celebrar el paso del Señor por su pueblo. Pronuncia Jesús
la bendición e identifica el pan con la entrega de cuerpo. Lo mismo hizo con la
copa donde también identifica e vino con su sangre derramada. El vino nuevo lo
volverá a beber en el Reino de Dios. Aquí se encuentra la novedad que realizó
Jesús respecto al rito judío de la cena pascual, darle al pan y el vino un
sentido nuevo. Permanece para siempre en la Eucaristía para renovar la alianza
nueva y eterna a nivel eclesial y personal. Recibir a Jesús como Palabra y como
Pan de vida eterna nos comunica su vida eterna, su nuevo modo de vivir
resucitado a la derecha del Padre, inicio de nuestra propia vida eterna.
Comenzamos a vivir lo que será nuestra vida en la presencia de Dios Trinidad en
unidad con todos los bienaventurados que gozan de la gloria sempiterna. La
celebración eucarística de la asamblea se prolonga en la adoración eucarística
con la exposición del Santísimo en forma solemne donde lo que se pretende es
entrar en comunión con Cristo Salvador de los hombres. Esta manifestación de fe
prácticamente desapareció luego del Concilio, donde se privilegió la celebración
eucarística, la Misa, en lengua vernácula, más cercana a los fieles. Será la
devoción eucarística del P. Juan Pablo II, quien devuelva a esta práctica de fe
el lugar que le corresponde en la liturgia católica. Sendos documentos hacen de
esta prolongación de la eucaristía, una manifestación externa de fe, cuando se
hacen procesiones públicas con el Santísimo Sacramento, por pueblos y ciudades,
espacio para la adoración, la alabanza y comunión con Aquel que selló con su
misterio pascual la Nueva Alianza de Dios con su pueblo. La participación en la
Eucaristía dominical, asegura que esa Alianza personal con Cristo Jesús sea más
eficaz en obras de caridad y de justicia, de unidad en su comunidad eclesial y
amor a nuestro prójimo.
Muchas fueron las experiencias eucarísticas en que Teresa vio al Señor: “Cuando
yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella Majestad grandísima que había
visto, y miraba que era el que estaba en el Santísimo Sacramento y muchas veces
quiere el Señor que le vea en la Hostia” (Libro de la Vida 38,19).