S
an Marcos 6, 7-13:
Los fue enviando a predicar

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD

 

 

Lecturas: 

a.- Am.7, 12-15: Ve y profetiza a mi pueblo.
b.- Ef. 1, 3-14: Nos amó en Él antes de crear el mundo.
c.- Mc. 6, 7-13: Los fue enviando a predicar.

El tema central de las lecturas es la vocación y misión. En la primera vemos el rechazo que sufre Amós de parte del rey y del pueblo pero es Yahvé quien lo manda a predicar a Israel, el apóstol nos revela el plan de la nueva economía de la salvación en Cristo. El evangelio nos presenta el envío que hace Cristo a sus discípulos de ir a predicar. Las palabras de Amos no caen bien en el pueblo ni al rey por lo tanto es invitado a dejar la ciudad. Pero Amos responde: “Respondió Amós y dijo a Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicómoros. Pero Yahveh me tomó de detrás del rebaño, y Yahveh me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel." (vv. 14-15). El apóstol nos presenta la nueva “economía salutis”, la salvación que el Padre ha destinado a las naciones en su Hijo. En él vemos cómo Dios nos ha amado desde siempre en su Hijo, nos ha elegido para ser santos con su misma santidad, partícipes de su gloria y alabanza. La sangre preciosa de Cristo nos ha perdonado los pecados porque ha desplegado la riqueza de su gracia sobre los que se arrepienten y creen en ÉL. Más aún nos ha hecho herederos de Dios en Cristo, porque esa es su voluntad para ser nosotros alabanza de su gloria. Por el evangelio que hemos oído y acogido, palabra de salvación en la que hemos creído, somos sellados por el Espíritu Santo, para tener la prenda de redención de su pueblo para alabanza de su gloria. En este evangelio encontramos el primer envío de los apóstoles por parte de Jesús. Van de dos en dos, dándole un sentido comunitario a la misión con el testimonio de cada apóstol y ser testigo el uno del otro. Su mensaje no será otro que la invitación a la conversión y la inminente llegada del Reino de Dios, con las sanaciones y otros signos que avalan su predicación, como la expulsión de demonios. “Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.” (vv. 12-13). La proclamación de la llegada del Reino de Dios exige una planificación, una preparación para proclamar la gran noticia. Se va a predicar porque Jesús los envía, no van a comentar opiniones propias, sino los que se les ha mandado. Al envío sigue el mensaje, la conversión al Reino de Dios, pero para ellos les había dado autoridad. Se trata que el evangelio logre la transformación del hombre y, por lo tanto de la sociedad, para vencer todo lo que amenaza al hombre desde afuera y no le permite ser plenamente humano. Si los apóstoles van de dos en dos es para que sea la comunidad donde se escuche y proclame este anuncio de salvación. La pobreza acompaña a los enviados para que sea el mensaje y la obra a realizar, predicar la conversión y expulsar demonios, su única riqueza. Las instrucciones que da Jesús, son para que el talante del apóstol concuerde con el mensaje a anunciar. El bastón y las sandalias, indican que Cristo los quiere auténticos misioneros, sin nada más, confiados a las gentes que los acojan. El evangelista quiere hacer resaltar la absoluta confianza en la providencia del Padre y la pobreza de la misión, que redunda en que las gentes vean la carencia de un interés particular, y que vean en su mensaje la cercanía del Dios de la gracia. La Iglesia hoy continúa la misión de llamar a la conversión al hombre de todo aquello que lo aleja de Dios, ofende a su prójimo y no lo hace plenamente ser humano. Son muchos los malos espíritu que amenazan la vida del ser humano hoy, Jesús quiere liberarnos de todos ellos, se necesita fe y conversión al Evangelio que nos predicó y nos predica la comunidad eclesial cuando nos reunimos en asamblea.
Teresa de Jesús comprendió muy bien la enseñanza de Pablo cuando ella comienza a experimentar que Dios Padre nos ha amado en su Hijo: “¡Oh Jesús y Señor mío, qué nos vale aquí nuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado, que no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.” (Libro de la Vida 14,2).