San Lucas 14, 1. 15-24:
Venid que ya está preparado.

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD

 

 

Lecturas: 

a.- Rm. 12, 5-16: Cada miembro está al servicio de los otros miembros.
b.- Lc. 14, 1. 15-24: Venid que ya está preparado.

La exclamación: “¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!, de unos de los invitados, da pie a Jesús para exponer la parábola del gran banquete, donde lo fundamental es que el reino de Dios abre para los no judíos (cfr. Mt. 22, 1ss). En este relato se deja ver la vocación universal a la salvación, que en lenguaje bíblico se presenta como un banquete. En los tiempos mesiánicos, el Señor preparará un festín para todos los pueblos, en el monte Sión, en Jerusalén, con manjares y vinos de solera (cfr. Is. 25, 6ss). La Iglesia primitiva vivió esta realidad cuando abrió sus puertas a los gentiles, ocupando los lugares que los primeros invitados los judíos, habían dejado vacíos. Cristo, es el Esposo de la Iglesia, la nueva humanidad redimida, donde los no judíos son admitidos al reino de Dios por medio del Bautismo. La parábola quiere ser una invitación a los fariseos, el siervo del Señor, es el mismo Jesús que les avisa que con su rechazo de la salvación, pueden perder su lugar en el banquete del reino de Dios. Ante el rechazo de los guías y del pueblo elegido, es ocasión para cuantos están en las plazas y calles de la ciudad, a los pobres, pecadores y publicanos, “la turba maldita que no conoce la ley” (Jn. 7, 49), ciegos, lisiados y cojos. Pero como todavía espacio, ingresan también los que están fuera de la ciudad, los paganos, los gentiles. Los que se excusaron prefirieron sus bienes materiales, al reino de Dios, en cambio, los segundos, no poseen nada más que su pobreza, o no están apegados a lo que poseen, responde inmediatamente a la invitación de Dios a su Reino.
Este evangelio tiene una clara referencia al banquete de la Eucaristía, anticipo del festín eterno mesiánico. El que nos convida es Dios mismo, podemos exclamar: ¡Dichoso los invitados a la cena del Señor! La Eucaristía dominical es una invitación a un banquete, la fiesta que nos prepara el Señor. Su invitación nos dignifica, de ahí la respuesta de los hijos de Dios, nacidos del Espíritu y del agua, a la filiación divina. La oración, es el mejor camino que nos introduce en las vías de la salvación, pero también nos sostiene e ilumina toda la vida cristiana. “Si el alma persevera en la oración…tengo por cierto la saca el Señora puerto de salvación” (Vida 8,4).