San Lucas 4,14-22:
Hoy se cumple esta Escritura.

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD 

 

a.- 1 Jn. 4, 19-21; 5,1-4:Quien ama a Dios, ame a su hermano.
b.- Lc. 4,14-22: Hoy se cumple esta Escritura.

El apóstol nos presenta el amor al prójimo como expresión de fe, de cumplimiento del mandamiento y de amor a Dios. Juan nos exige vivir el amor fraterno como realidad esencial de la fe cristiana. La primera razón para amar al hermano es que Dios nos amó primero. El hecho que el cristiano ame es siempre una respuesta al amor que experimenta en su vida de parte de Dios Padre, manifestado en su Hijo. La iniciativa es siempre de Dios, no es que el hombre, en este caso el discípulo halla alcanzado a Dios por la vía del amor; al contrario, es Dios quien conquista amorosamente al hombre por el hecho salvífico e histórico manifestado en Cristo. Un segundo argumento es que si la persona no ama a quien ve, a su prójimo, es difícil que ame a Dios a quien no ve. Muchos se refugian en el amor de Dios, para desligarse del compromiso que implica el amor al prójimo, vivir abstraídos y centrados en Dios, pero lejos de la realidad que los circunda. Ese Dios a quien adoran no llega ni a su vida, no toca tierra, olvidan que Dios se encarnó, se hizo hombre y asumió nuestra naturaleza. Es en los gnósticos en quien está pensando Juan, cuando escribe, porque se centraron en lo divino, olvidando lo humano de Jesucristo, por ello también olvidaban los principios morales. En su doctrina Jesús unió admirablemente, con el mismo rango y valor el amor a Dios y al prójimo. No se puede pensar la perfección cristiana sin el cumplimiento de ambos mandamientos, así lo estableció Jesús: quien ama a Dios ame también a su hermano. Si nos consideramos hijos de Dios Padre, todos somos hermanos, por lo tanto, quien ama al Padre, ame también a sus hijos. Finalmente, el último argumento es de fe y amor: quien confiesa su fe en Jesucristo, quien creen en ÉL como Hijo de Dios, debe amar a todos los que como él creen en Cristo Jesús, son hermanos de fe unidos por el amor. Se forma la gran familia de los hijos de Dios, por las venas de sus almas circula la misma fe en Cristo, el mismo amor de Dios, por lo tanto, ese amor se refleja en el amor al prójimo, nacidos todos y engendrados en ÉL en la fuente bautismal y en la palabra por la acción del Espíritu Santo en su Iglesia. Hilando fino debemos tener en cuanta que si no amamos al prójimo a quien vemos, tampoco amamos a Dios, porque el autor había afirmado que el amor a Dios se demuestra por el amor al prójimo. El amor al prójimo nace del mandato de Cristo, no es un amor nacido de un humanitarismo o sólo por el hombre, filantropía, no este mandamiento se debe cumplir desde un amor real y sólido a Dios. No hay que olvidar la estrecha relación que Juan establece entre amor a Dios y cumplimiento de los mandamientos: amar a Dios es cumplir sus mandamientos. Como partícipe de la victoria de Cristo en su resurrección, el discípulo asume su mandamiento del amor, no lo considera una carga; su yugo es suave y llevadero porque es el Espíritu Santo, quien lo graba a fuego en su espíritu.

El evangelio nos da cita en la sinagoga de Nazaret. Lucas, comienza la predicación de Jesús, con el cumplimiento de la profecía y una gracia del Espíritu: “Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» (vv. 20-21). El Espíritu ha descendido sobre Jesús y su vida pública es una manifestación de que la fuerza y el reino de Dios, está presente en la persona y palabra de Cristo en medio de los hombres. El reino ya no es futuro sino presente en la palabra y hechos que redimen, rescatan al enfermo y a los oprimidos por el mal y la muerte, el reino está actuando y transformando la vida de los que creen en ÉL. Hoy como ayer existe esclavitud, encubierta con muchas máscaras, pecado, desengaño, pero hay un Mesías con poder, con la fuerza del Espíritu de Dios, que conduce a los que creen a la libertad y a la justicia verdadera (cfr. Is.11,1-2). Posee el Espíritu, precisamente para desatar y romper las cadenas de todos los que se sienten oprimidos por toda clase de esclavitudes, ofrece un camino de sanación interior para quien está dispuesto a recorrerlo, no sólo, sino con ÉL, es la acción de su Espíritu. Actualización de la profecía de Isaías. La especificación que hace el evangelista de los beneficiados por la acción del Mesías, tiene su sentido ya que los ciegos representan a quienes sufren en su cuerpo alguna enfermedad; los oprimidos, sufren la maldad de los perversos y poderosos de este mundo, que corrompidos por el dinero, someten voluntades; los cautivos de mil cosas que soportan los males de nuestra sociedad consumista y que impide a los hombres ser libres ya que se encuentran atrapados en redes de muerte (drogas, dinero mal avenido, redes de corrupción, etc.), y finalmente los pobres, carentes de medios económicos, sociales, culturales, etc. Todos ellos esperan el año de gracia que Jesús promete, abiertos a la acción del Espíritu y que debe venir. “Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (v. 21). Toda la vida pública de Jesús palabras y milagros, son una liberación de toda clase de opresión para los ciegos, pobres, enfermos, endemoniados y muertos a los que no les había llegado su hora, pasó haciendo el bien, una buena nueva de vida que alcanza su plenitud en su resurrección. El Espíritu sigue animando a la Iglesia, a cada cristiano, a llevar el evangelio de la gracia y la verdad, la libertad a los cautivos de todo tipo, ayuda a los más pobres, sólo entonces habremos comprendido que Jesucristo, continúa presente haciendo en bien a todos.
Teresa de Jesús, enseña como el camino de la vida cristiana es de amor, pero un amor bautismal crucificado: “Conozco personas que van por el camino del amor…por sólo servir a su Cristo Crucificado” (4 M 2,9).