Fiesta. Bautismo del Señor
San Mateo 3, 13-17:
Bautismo de Jesús.

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD 

 

a.- Is. 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo a quien prefiero.
b.- Heb. 10, 34-38: Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu.
c.- Mt. 3, 13-17: Bautismo de Jesús.

La primera lectura nos presenta al siervo de Yahvé. En él encontramos al siervo y ungido de Yahvé, encierra en sí, un perfil propio del pueblo de Israel, como de los hombres que mejor lo representan. Este es el primero de lo cánticos dedicados a este siervo doliente ambientados en el destierro babilónico o inmediatamente posterior a él. Este siervo tiene una misión: renovar la alianza hecha con Israel, y por otra parte, llevar a los exiliados a Jerusalén y establecer la verdadera religión en medio de las naciones paganas. El lenguaje es propio de quien hace algo nuevo: “Yo te formé” (v. 6), como Adán en el paraíso; es el comienzo de la nueva creación, un nuevo orden de cosas por medio de la nueva alianza realizada con su pueblo. Los ciegos verán, los presos serán liberados y los que habitan tinieblas, verán la luz. Todo lo realizará Dios, quien hizo cielos y tierra por medio de su palabra; Yahvé es creador y redentor para el profeta respecto de su pueblo Israel y las demás naciones. El modo como realizará este siervo su misión, es con la investidura sacerdotal, profética y real. Así implementará el derecho, es decir, la ley de Moisés será revelada a todas las naciones, una acción salvífica. Esta actividad se contradice con el obrar de los reyes, sacerdotes y profetas de su tiempo. Nada de ejércitos preparados para la batalla, ni griterío por las calles, ni tampoco perderse en legalismos humanos. Es la nueva alianza, sellada por el Espíritu en el corazón del hombre nuevo, renovación interior de los creerán, reviviendo la mecha de la fe, cambiando los criterios puramente humanos por los de Dios, con la justicia y la paz. Será en el bautismo de Jesús y en la transfiguración en el monte Tabor, donde se cumpla esta profecía, lo mismo sucederá en Pentecostés.

En los Hechos encontramos el discurso de Pedro con motivo de la conversión de Cornelio. Lo esencial es cómo Pedro reconoce que Dios no hace acepción de personas y coloca como criterio para ser grato a Dios: practicar la justicia y el santo temor de Dios en donde sea que el hombre viva. Con estas palabras, Pedro abre las puertas de la Iglesia a todas las naciones de la tierra para recibir el evangelio. El fundamento de toda esta predicación la encontramos en Jesús, ungido por el Espíritu Santo y con poder para sanar y hacer el bien a todos, “porque Dios estaba con él” (v. 38). El bautismo encierra el dinamismo de transformar la vida del hombre, como a Cornelio, convirtiéndolo en hijo de Dios, discípulo de Cristo y heredero de la vida eterna.

El evangelio nos presenta el bautismo de Jesús. El Mesías se bautiza para “cumplir con toda justicia” (v. 14), es decir, Dios lo quiere así, aceptar su plan de salvación, su voluntad divina. Era su querer que su Mesías se asemejase en todo a su pueblo, al que vino a rescatar del pecado, fuese siervo, que humilde se entrega a ellos (cfr. Is. 42,1-4; 53). Su bautismo termina con la teofanía donde se habla de la filiación divina y la complacencia del Padre sobre su Hijo. Esta manifestación es un medio para enseñarnos que Jesús de Nazaret, es el Hijo de Dios, expresión de su presencia y obra en el mundo. Abrirse los cielos, viene a significar, que el mundo divino se ha abierto paso sobre lo humano en la persona de Jesús y a través de ÉL. Y todo esto porque es el Hijo de Dios, que viene a implantar el reino de Dios en medio de la humanidad. Por ello Dios se complace en Cristo Jesús. Este es el Siervo de Yahvé del que hablaba el profeta: lo ha elegido, le infundido su Espíritu, se complace en ÉL, en definitiva, Dios vive y obra en Jesucristo (cfr. Is. 42, 1). Será todo el NT, que va a resaltar que Jesús porta el Espíritu Santo, quien vive y cumple la voluntad del Padre y quien entrega la vida por los hombres. El bautismo de Jesús, nos debe hacer recordar, cómo estoy viviendo el bautismo que mis padres y la Iglesia me entregaron hace algunos años. ¿Vivo la filiación divina?, Sabemos que somos hijos de Dios, igual que Jesús, debemos vivir para hacer la voluntad del Padre. ¿Vivo para contentar a Dios? Esta es nuestra vocación y camino de configuración con Cristo Jesús, para alcanzar la santidad.

Santa Teresa de Jesús, nos invita a considerar con Quién estamos unidos por la fe y qué vida debemos llevar como cristianos. Renovemos nuestra adhesión a Jesucristo rememorando nuestro Bautismo: “Nosotras estamos desposadas con el Señor, y todas las almas por el bautismo” (CE 38,1).