Fiesta. Dedicación de la Basílica de Letrán

Jn. 2,13-22: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”

Autor: Padre Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alba

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse  

 

 

(Ez. 47, 1-2. 8-9. 12) “A la vera del río,..., crecerán toda clase de frutales”
(1 Cor. 3,9-11.16-17) ”Sois edificio de Dios”
(Jn. 2,13-22) “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”

El atrio del Templo se había convertido en una especie de establo donde el olor del estiércol de los animales, el mugido de los bueyes y los balidos de las ovejas para los sacrificios, y, sobre todo, el vocerío de los mercaderes y cambistas no eran el ambiente más adecuado para participar en los cantos litúrgicos de alabanza a Dios. Aquello más que la antecámara de la presencia de Dios entre su pueblo parecía una feria de ganado donde el judío avispado hacía su negocio aprovechando la piedad de las gentes.

El Templo era lo que había de más sagrado para un judío, signo visible de la presencia de Dios. Con la llegada de Cristo, Él mismo sustituiría al Templo convirtiéndose en Dios con nosotros. S. Pablo dirá que el cristiano, miembro de Cristo, es Templo de Dios, su cuerpo es santuario del Dios vivo (Cf 1 Cor. 3,16-17). Jesús tomando unas cuerdas y haciendo un látigo comenzó a derribar mesas, a arrojar por tierra las monedas de los cambistas y a golpear a los animales para echarlos de allí y liberar el sagrado recinto.

“Quitad eso de aquí, y no hagáis de la casa de mi Padre un mercado”, gritaba el Señor. Tampoco nuestros cuerpos deben ser profanados. “A los ojos de S. Pablo, la dignidad del cuerpo -enseña Juan Pablo II- no se debe solamente al espíritu humano, por el que el hombre se constituye es sujeto personal, sino, más aún, a la realidad sobrenatural de la morada y presencia continua del Espíritu Santo en el hombre”

Hemos de recuperar, pidiéndoselo al Señor, el respeto por el misterio de nuestro cuerpo y del de los demás, rechazando el hedonismo y la permisividad de los mercaderes del sexo, la droga, la violencia..., que deshumanizan a las personas y las convierten en objetos de compraventa, de usar y tirar, envileciéndolas. Es preciso aprender a mirar a los demás con la limpieza de un amor humano, respetuoso y tierno con la imagen de Dios que encierran. Quienes tienen de la vida una visión materialista, los adoradores del placer, el dinero, el poder, no creen en el amor humano aunque lo exalten, sólo creen en el interés, en si funciona o no... Pero el amor limpio existe, es una experiencia común. El materialismo, con su óptica, amputa lo más noble y sensible de la criatura humana.

Hay que rechazar con una energía parecida a la que Jesús empleó en el Templo a los que amasan grandes sumas de dinero con el negocio del sexo, la droga, la venta asesina de armas, las ideologías inhumanas, que profanan lo que es sagrado, el misterio de nuestro cuerpo, lugar en el que el Señor encuentra su delicia.