V Domingo de Pascua, Ciclo B

Jn 15,1-8: "El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante"

Autor: Padre Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alba

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse  

 

 

 

(Hch 9,26-31) "Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino"
(1 Jn 3,18-24) "Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él"
(Jn 15,1-8) "El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante"


Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador La sencillez y el encanto de esta alegoría de Jesús, tan querida en el Antiguo Testamento, no deben privarnos del hondo mensaje que encierra. Dios es el océano de la vida, el origen y la razón de todo viviente. Una vida que no tiene principio ni tampoco fin: eterna. Esa vida la perdimos con la desobediencia en el Paraíso y, tras recuperarla en el Bautismo, la volvemos a perder cuando nos apartamos de Dios como el sarmiento que se separa de la vid.

Dios quiere que tengamos vida eterna, pero antes de desbordarse sobre todas las criaturas, comienza la vida infinita por derramarse toda entera en Aquél que es el primogénito engendrado ante toda criatura (Col 1,15), Cristo Jesús, cuya santa Humanidad, en virtud de su unión con la Persona del Verbo, participa de los bienes infinitos cuanto es posible a una naturaleza creada. Toda la vida se derrama en él (M.V. Bernardot). Esa vida fue la que resucitó a Jesús, el nuevo Adán, primogénito de muchos hermanos (Rom, 8,29), y, si estamos unidos a él como los sarmientos a la cepa, la sabia divina impedirá que la muerte nos seque y seamos arrojados al fuego.

Por la fe y los sacramentos se lleva a término esta unión con la vid, con Cristo, logrando una plenitud de existencia que este mundo no puede proporcionarnos. Por el Bautismo el cristiano se incorpora a Cristo. Toda esa plenitud de vida, de gracia y de virtudes que hay en él vivifican a la criatura humana. La Confirmación lo fortalece para que pueda obrar rectamente. Por la Eucaristía se apodera de él la misma Vida divina, entrando en comunión con Dios Uno y Trino. Así como el Padre que me ha enviado, vive y Yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por Mí (Jn 6,58).

Descendamos al terreno personal. ¿Lucho por identificarme con Jesucristo cumpliendo sus indicaciones y acudiendo al Sacramento de la Reconciliación cuando el egoísmo, la sensualidad, la avaricia, la ira..., me han distanciado de él? ¿Acudo con frecuencia a la Santa Misa sobreponiéndome a la comodidad? Nos sobra leña y hojarasca y nos falta savia joven, vida nueva del Espíritu. Hay que realizar una poda porque estamos sobrados de egoísmo y de todo lo que él implica. Dios ha querido asociarnos a su vida eterna y feliz. Esos deseos que laten en todo corazón humano de que llegue un día en que ya no haya llanto, ni fatigas, ni dolores, ni luto (Cfr Apoc 21,4), serán realidad si permanecemos él como los sarmientos a la vid.