VI Domingo de Pascua, Ciclo C.
San Juan 14, 23-29:
"La paz os dejo, mi paz os doy"

Autor: Padre Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alba

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse   

 

 

(Hch 15,1-2.22-29) "Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables"
(Ap 21,10-14.22-23) "Su santuario es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero"
(Jn 14,23-29) "La paz os dejo, mi paz os doy"


No hay amor sincero a Dios allí donde no se cumplen sus mandamientos. Esta es también la condición para que el Espíritu del Señor more en nosotros: "El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él". Estamos invitados a vivir inmersos en la claridad de la gloria de Dios un día, y ya ahora sostenidos por la fuerza de su presencia dentro de nosotros.

"Dios nos ha dado, enseña S. Cirilo de Jerusalén, un gran protector... Él no se cansa de buscar a cuantos son dignos de Él, y derrama sobre ellos sus dones". El Espíritu Santo que habita en nosotros desde el día de nuestro Bautismo "será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho", dice el Señor. El nos hablará silenciosa y respetuosamente al corazón despertando nuestra conciencia adormecida, clarificando la inteligencia y robusteciendo la voluntad para transitar por la senda auténtica, la que conduce a la paz verdadera, no "la del mundo", la mundana, sanchopancesca y perecedera.

Si fuéramos más sensibles a esta callada y amorosa presencia del Espíritu Santo en nosotros, nos sentiríamos más seguros y fuertes, más generosos, más pacientes y serviciales, más alegres, más libres, porque "donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Co 3,17). "¿Por qué sentirnos solos, si el Espíritu Santo nos acompaña? ¿Porqué sentirnos inseguros o angustiados, si el Paráclito está pendiente de nosotros y de nuestras cosas?" (F. F. Carvajal).

Quien se sabe protegido por esta misteriosa Presencia irá poco a poco beneficiándose de sus frutos: "caridad, alegría, paz, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia" (Gal 5,22-23). ¡No estamos solos! "Todos nosotros... hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu" (1 Co 12,13). Entramos así en comunión con la Iglesia de todos los tiempos y lugares, beneficiándonos de los méritos ganados por tantos hermanos nuestros y éndonos obligados, como miembros de un misma familia.