Solemnidad de María, Madre de Dios, Ciclo A
San
Lucas 2, 16-21: María, Madre de Dios

Autor: Regnum Christi

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Evangelio

Lc 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Meditación:

La Virgen María es la primera salvada. Ella vive ya la plena felicidad que el Señor nos tiene destinado para la eternidad. Por eso es modelo y se preocupa por nosotros con gran solicitud. No es casualidad que el primer día del año la Iglesia se dedique a la Madre. Es digno de un buen hijo honrar a su madre con lo mejor que tiene. Como buenos hijos, hoy nos ponemos ante Ella y le pedimos que siga llevándonos por el camino que lleva a Jesús.

Nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 495, al hablar de María como madre, que fue el Espíritu Santo quien le dio este título: "Llamada en los evangelios ´la Madre de Jesús´, María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como ´la madre de mi Señor´ desde antes del nacimiento de su hijo. En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad".

Nada fue tan sencillo y tan humilde como el nacimiento del Señor y la adoración de los pastores. Una fría y pobre cueva, unos hombres sencillos y desconocidos que reconocían en aquel niño a todo un Dios. Los pastores no llevaron grandes regalos ni hablaron con elocuentes discursos; Bastaba llegar, mirar, arrodillarse y adorar: gracias, Dios mío, por habernos enviado a tu Hijo, el Mesías, el que salvará a la casa de Israel.

Señor, qué distinto de nuestros deseos, nuestras ansías de poder, de grandeza, de aparecer. Madre, dame la gracia de sentirme como uno de estos pastorcitos, con la sencillez de descubrir a tu Hijo en el Sagrario, en los diversos acontecimientos de mi vida, en mis hermanos. Déjame abrirte el corazón y poner delante de ti mis ilusiones, mis esperanzas, mis buenos propósitos para este año que comienza. Conserva en mí estos propósitos que posiblemente he hecho cada año, pero que luego se empolvan con el tiempo. Dame la fuerza para mantener la constancia y hazme ver que sólo el amor, el verdadero amor, es capaz de mover mi voluntad hacia ti por encima de cualquier otra cosa.

Oración:

María, dame la gracia de sentirme cerca del Señor, de ser como uno de esos pastorcillos que siente la ilusión y la alegría de estar frente a tu hijo.

Propósito:

Pondré en manos de la Virgen mis ilusiones y propósitos para el año que hoy comienza.